El gesto del Rayo encendió el Estadio Olímpico el domingo y el mensaje fue claro: nunca se debe dudar de Usain Bolt. No hay lesión ni rival que puedan detener al hombre supersónico.
A pesar de otra largada desprolija, y superado por su rival Justin Gatlin al alcanzar la mitad de la distancia, la superestrella jamaiquina exhibió su remate demoledor y conquistó el domingo en Río de Janeiro su tercera medalla olímpica de oro consecutiva en los 100 metros.
Como sucedió en 2008 en Beijing y cuatro años después en Londres, el Estadio Olímpico de Río se rindió ante el mejor velocista de la historia, que ganó la final con un modesto tiempo de 9.81 segundos. Modesto para sus propios estándares, tomando en cuenta que posee el récord mundial de 9.58 desde el mundial de 2009.
«Alguien dijo que puedo llegar a ser inmortal. Otras dos medallas y me puedo ir. A otra cosa. Inmortal», declaró Bolt tras cosechar una victoria de la que algunos habían dudado. El jamaiquino todavía va a correr los 200 y el relevo de 4×100.
Una final le bastó a Bolt para adueñarse nuevamente de los juegos, luego de que Michael Phelps se despidió con cinco oros y una plata. El nadador elevó su cosecha a 23 medallas de oro y 28 en total.
«Hice una carrera brillante. No estuve tan rápido, pero me alegro de haber ganado. Les dije que iba a ganar», afirmó Bolt, que payaseó en la pista según su costumbre y se metió al público en el bolsillo, al punto de que varios espectadores abuchearon a Gatlin, su principal rival.
«Nunca vi que abucheasen a alguien», dijo Bolt.
Pese a sus laureles, Bolt, llegó a la cita en Río entre dudas por una lesión de muslo que lo marginó del preolímpico en su país, y sin tener el mejor tiempo del año.
Está claro que se recuperó totalmente. Las dos carreras preliminares las ganó sobrado, acelerando para tomar la punta y desacelerando cerca de la meta, cuando ya tenía ganada la carrera.
«Es un verdadero guerrero de este deporte», dijo su compatriota Yohan Blake, en algún momento considerado su heredero y rival. «Vuelve y gana tres veces. Es un velocista inigualable, sin duda alguna».
Al llegar a los 50 metros, Bolt empezó a mirar la pantalla del estadio para comparar su posición con respecto a Gatlin, que por entonces le sacaba casi un cuerpo de ventaja. El estadounidense, que todavía tiene el mejor tiempo del año en la distancia (9.80), no aguantó la embestida y sólo pudo observar cómo el jamaiquino lo rebasaba y hasta se daba el lujo de golpearse el pecho mientras cruzaba la meta.
Después vino el espectáculo para una grada embelesada. Bolt posó con un muñeco de Vinicius, la mascota de los Juegos, se puso una gorra amarilla hacia atrás y se arropó con la bandera de Jamaica. Por supuesto, no podía faltar la famosa pose del «Rayo», con el brazo izquierdo extendido al cielo.
Gatlin se quedó con la plata con un tiempo de 9.89, y el canadiense Andre de Grase consiguió el bronce con 9.91.
Bolt busca en Río su tercer triplete olímpico consecutivo de 100, 200 y relevo corto, algo que nadie ha hecho.
La jornada incluyó la victoria de la colombiana Caterine Ibargüen en el salto triple, prueba en la que había cosechado plata hace cuatro años, y el récord mundial del sudafricano Wayde van Niekerk al ganar los 400 metros.
«Creía en mí mismo, pero esta noche Dios me mostró la fe que me tiene. Estoy muy agradecido por las bendiciones que me ha dado, cada día en cada competencia, en cada ronda», declaró el sudafricano. «Dios es grande».
Van Niekerk superó una marca del estadounidense Michael Johnson que había durado 17 años.
«Johnson, Bolt, esta gente me ha inspirado, aprendí de ellos. E incluso los muchachos con los que corrí hoy me inspiraron», señaló.
Contó que sobre la llegada miró hacia su izquierda porque pensó que alguien lo iba a alcanzar.
«Me sentí muy solo, no sabía qué pasaba y seguí apretando el paso», expresó.
Cuando se le preguntó cuál había sido su estrategia, respondió: «No sé realmente. Simplemente salí a dar lo mejor de mí».