Rafael Guillén y Claudia De Medinaceli: Carlos Cruz-Diez es cada día una enseñanza

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Rafael Guillén es fotógrafo. Dueño del conocido Plató fotográfico en Barquisimeto, en el año 1998 ocurrió un hecho que nunca imaginó replicaría en su vida de otro modo.

Gana el premio Banco de Imágenes del Instituto Nacional de Bibliotecas de Venezuela, auspiciado por el entonces Consejo Nacional de la Cultura (Conac).

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Su proyecto era hacer un registro de los venezolanos que ya para esa época emigraban a Miami y Nueva York. Descubrió, entre otros aspectos, que en Miami se establecía el profesional o el empresario mientras Nueva York era el destino predilecto del intelectual.

Antes de esta experiencia, reconoce haber estigmatizado al emigrante pero luego de escuchar sus historias, confesó al diario EL IMPULSO, en una entrevista concedida apenas regresa de su pasantía, su cambio de percepción: “Descubrí que el sueño americano sí existe; quien se esfuerza puede alcanzar sus anhelos en ese país”.

Esa reflexión, así como la vida de los emigrantes venezolanos, quedaron en ese espacio de la memoria al cual sólo se vuelve cuando resulta necesario.

Nunca imaginó en su espacio de confort en la capital larense, que con el tiempo emigrar también sería su opción. “En todo caso decía: De Barquisimeto me iría a Río Claro. ¿A dónde más?” No escogió Miami ni Nueva York porque si bien supo del éxito de la comunidad venezolana, no era su destino. Un país, más cercano, lo tentó: Panamá.

Hoy, junto con su esposa, Claudia De Medinaceli, integran la cuota “larense” del taller Articruz del maestro Carlos Cruz- Diez, una experiencia cromática instalada en una zona industrial cercana al aeropuerto de Tocumen y desde la cual los nombres de Panamá y de Venezuela se hermanan gracias al arte.

De encuentros y casualidades

El maestro Carlos Cruz-Diez tiene 92 años pero es un incansable.

Su vida transcurre entre tres espacios fundamentales: Panamá, Francia y Caracas. El taller caraqueño ahora sólo se dedica a trabajos de restauración.

Hablar de su vida puede parecer ocioso. Es uno de los venezolanos más universales, cuyos aportes al estudio del color y el movimiento constituyen su legado.

Articruz es su gran obra en Panamá y, desde este territorio estratégico, constituye referente internacional. Se le define como “un atelier de artistas dedicado a la producción de obras de arte contemporáneo” con una visión integradora.

De hecho, su última iniciativa en este sentido es una coedición con el Foro/taller Sagitario ediciones, del texto Resonancias. Cuentos breves de Panamá y Venezuela, con portada del maestro Carlos Cruz-Diez y cuya presentación formal tendrá lugar el viernes 19 de agosto en el contexto de la XII Feria Internacional del Libro de Panamá. Esta antología, bajo la mirada de Carolina Fonseca y Joel Bracho Ghersi, “recoge una buena muestra de la narrativa breve que se cultiva actualmente en ambos países y forma parte de los esfuerzos de Articruz por apoyar y difundir la cultura en Panamá y el resto del continente”, se explica en palabras de los editores.

Pero Articruz es además una manera de sentir y de integrar.

Rafael Guillén lo tuvo claro. Este artista de la imagen, quien se ocupa de documentar la labor del taller y en particular del maestro Carlos Cruz-Diez, desde la fotografía y el video, es un apasionado. Disfruta con la tarea de mostrar los espacios generosos de un lugar concebido a la perfección: desde el taller de materiales hasta el de color, desde el área de diseño al departamento que conserva con rigor extremo los archivos del maestro.

A Articruz llegó en el año 2010 de la mano del también artista larense Carlos Medina. Un año antes, en 2009, el proyecto había iniciado su andadura, por lo cual Guillén lo conoció en sus inicios y hace cinco años se integra de manera formal.

Otro factor que lo ayudó en su acercamiento a Cruz-Diez fue su trabajo con el también maestro de la fotografía Luis Brito, a quien el artista de la luz y del color siempre admiró: “Si trabajaste con él, debes ser buen fotógrafo”, le dijo.

Pero el impulso definitivo fue gracias a Gerardo Cabrera, gerente general de Articruz, su vecino y compañero de caminatas, quien, cuando ya de manera estratégica entendieron que Articruz necesitaba un fotógrafo, no dudó en convocarlo a una entrevista que selló una alianza.

Comenzó, de manera ocasional, con el registro de obras, pero la intensidad de la labor en la actualidad lo ocupa en jornada completa. Además de conservar para el mañana la labor de Articruz y de Cruz-Diez, creó las redes sociales y muestra el taller a quienes lo visitan, con el orgullo de quien lo vive como una referencia.

El ser humanista

Para Rafael Guillén una frase define la labor de Articruz y de la familia de Cruz-Diez: “El ser humanista. Aquí cada persona es importante, desde quien limpia hasta el maestro. Hay una conexión inmediata y tienes valor por tu condición más allá del trabajo que puedas desempeñar. Esa realidad me impactó. A Articruz lo visitan directores de Museo, un Miguel Bosé o Edgar Ramírez, pero también estudiantes de Diseño Gráfico”. Es un centro del saber.

Al tercer año de su residencia panameña, su esposa Claudia De Medinaceli, quien se había ocupado de la gestión de Plató fotográfico en Barquisimeto durante la ausencia de Guillén, se muda a Panamá. Con ella también se marcha su hija Emiliana, ahora de 14 años de edad.

Diseñadora de modas, reconoce que tomar la decisión no fue tarea sencilla. Era la primera vez que dejaba el país y dar el paso significaba decir adiós a la familia y las costumbres. Sin embargo lo asumió como la posibilidad de asumir otros desafíos y conseguir la seguridad perdida.

Rafael Guillén no niega la nostalgia pero también el dolor por la ciudad que se marchita un poco: “La última vez que fui a Barquisimeto quise pasear por el centro histórico porque es mi referencia urbana. Recorrer la plaza Lara, el Edificio Nacional, la plaza Bolívar. Lo vi gris, triste…” y así, como quien tiene un dolor profundo, callado por la ausencia, se quebró en lágrimas. También Claudia y quienes miraron y escucharon no pudieron menos que sumarse a la nostalgia legítima de quien siente dolor por la memoria y el patrimonio que tantas veces preservó en su cámara.

Reconstruir la memoria

La rutina en Articruz no se mide en horas; se vive en su intensidad. La pareja larense llega cerca de las nueve de la mañana, “pero si es necesario quedarse después de las siete de la noche, lo hacemos”. La flexibilidad es también libertad y luego, en este mundo de colores y de formas, trabajar equivale a crear.

Claudia De Medinaceli tiene una misión apasionante: poner en “orden”, desde el Departamento de Documentación, la biblioteca que el maestro Carlos Cruz-Diez mudó desde Caracas a Panamá.

Es un esfuerzo de gigantes y supone digitalizar la memoria de papel con la misión de preservarla. La tarea ha resultado fascinante por la meticulosidad y el rigor del maestro cuando se trata de conservar todos aquellos elementos vinculados con su quehacer artístico. Por ejemplo, de una exposición puede guardar el catálogo, pero también los pasajes de avión, los del metro, la tarjeta del hotel y hasta la carta descriptiva de la obra que pasará por la aduana.

“Ahora estoy organizando las noticias vinculadas con el maestro, publicadas desde el año 2010 a la actualidad. Supone clasificarlas, registrarlas y preservarlas en una base de datos, además de actualizar su currículum”.

Para no dejar ningún dato al azar, mantiene comunicación con el taller de París y así, de uno a otro continente, logra poner en limpio la intensa actividad del creador venezolano.

En este hurgar en la memoria ha conseguido documentos fascinantes. Por ejemplo, una carta en la cual Cruz-Diez le revela a Soto el descubrimiento de la fisicromía.

En otra correspondencia, Omar Montero, le cuenta que el gobierno de Luis Herrera Campins decidió asumir los costos de la Cromoestructura Homenaje al Sol de Barquisimeto por lo cual el Municipio no tendría la necesidad de pagar la obra.

De esta pieza, referencia de la capital larense, así los gobiernos sucesivos no entiendan la importancia de cuidarla  y dejar de “decorarla” con cada carnaval o diciembre, se conservan otros informes que se elaboraron durante el proceso de ejecución.

La versatilidad del maestro explica la larga paciencia del Departamento de Documentación: trabajó de diseñador, fotógrafo, publicista, cineasta… luego, cada etapa del hombre que fue antes de  concebir su propio discurso estético, está acompañado de referencias de cuidado obligado.

Incluso, hay un dato revelador: cada carta que escribió, cuando la computadora no existía ni era aliada de la memoria, tuvo la precaución de redactarla con copia, por lo cual conserva las letras que viajaron a otros buzones de correo físico, pero también la correspondencia en respuesta a sus inquietudes y afectos.

El amigo, la estrella

Rafael Guillén conoce al maestro en sus variadas facetas. “Es un abuelo, un papá y un amigo, pero ante quienes lo visitan en Articruz, es una estrella. Se rejuvenece ante la evidente admiración que despierta”. “Carlos Cruz-Diez es cada día una enseñanza”. Un hombre sencillo, dispuesto a compartir su sabiduría.

Pensé, reflexiona Guillén, saberlo todo, pero en este tiempo he aprendido más que en mis 20 años de ejercicio profesional, porque el taller tiene una estructura y una forma de organización impecable.

“El maestro y su esposa Mirtha, quien ya falleció, crearon esta arquitectura familiar donde también se involucran hijos y nietos, a quienes nos sumamos los demás como una gran familia”.

“Articruz es una escuela”

Los objetivos de Articruz lo describen con la misión de “acompañar al artista en la investigación, concepción y producción de su obra, utilizando nuevos materiales y tecnología de punta”.

El taller es una escuela y ha influido en la formación de artistas panameños y venezolanos.

De los panameños, entre otros, citar al artista plástico Cisco Merel y al fotógrafo Iván Blasser. De los venezolanos, a los artistas plásticos Carlos Medina, Rafael Barrios, Héctor Ramírez, Nanin García y a los fotógrafos Rafael Guillén y Marco Aguilar.

En Caracas continúa la Fundación Cruz-Diez y el taller de restauración. En el caso de Panamá, la fundación de Articruz se justificó por la ubicación estratégica del país y la posibilidad de acceder a los materiales necesarios para el proceso creativo.

Sin embargo, el maestro se confiesa “orgullosamente venezolano” (palabras de Guillén) y, para el mundo, es un valor sin fronteras.

La fotografía que será

En el plano profesional, Rafael Guillén tiene una obsesión: capturar del maestro la fotografía nunca lograda, ese rostro o detalle que sea su huella en el registro personal de Carlos Cruz-Diez.

No se cansa de fotografiar sus manos, sus miradas, sus gestos. “Es un personaje fundamental en la historia de las artes plásticas y se sitúa entre los 100 mejores artistas del mundo”.

Pero además fotografiar al maestro es un reto. “Sabe manejar la imagen y hasta sugiere los ángulos. Es un hombre sensible, quien valora el esfuerzo. Al principio me impactaba su vocación hacia la perfección pero luego he entendido que fue la manera de lograr el éxito en el desarrollo de su lenguaje estético”.

-¿La mejor fotografía del maestro?

-Tengo fotos de sus manos que me gustan mucho. Cuando está viendo las obras, las sitúa atrás y aprovecho ese momento que me remite a otro gran maestro porque tiene fotografías parecidas: Luis Brito. Tanto a él como a Cruz Diez siempre les agradeceré sus enseñanzas y serán por siempre parte de mi vida.

La gran casa

Articruz es también la gran casa. Rafael y Claudia integran la “pareja larense”, pero otros matrimonios amanecen y saludan la noche en este espacio creativo: sus directores, Jorge Cruz (hijo del maestro) y María Elena Mendoza; Juan Mendoza (Unidad Audiovisual) y Gloria Martí (Capital Humano); Gerardo Cabrera (Unidad Administrativa) y María Elena Sucre (Unidad de Documentación); Manuel Ojeda (artista plástico adscrito a la Unidad de Producción) y Yazmín Miranda (Unidad de Restauración).

Articruz se articula con la Marion Gallery, bajo la tutela de Gabriel Cruz en el sector de San Francisco (Panamá) y laKromyaDesing Store, a cargo de Marion Cruz en Costa del Este.

En París, el legado familiar está a cargo de Carlos Cruz Delgado y Adriana Cruz Delgado.

 

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