La inseguridad, la crisis económica, la escasez de alimentos, la falta de oportunidades, el desabastecimiento de medicinas y otros problemas que aqueja el país, colocan a más venezolanos en una polémica disyuntiva: ¿Me quedo o me voy? ¿Aquí o allá?
A medida que transcurre el tiempo y se agudizan las vicisitudes en la nación, aumenta el número de ciudadanos e incluso familias enteras que abandonan sus raíces sin tomar en cuenta los costos sicológicos de emigrar.
Las posibilidades de contraer enfermedades, así como de caer en cuadros depresivos e incluso llegar a ser manipulados o hundirse en adicciones dañinas, se ven aumentadas cuando la psiquis de las personas se ve trastocada.
Así lo asegura la sicóloga e investigadora, Cecira Briceño, quien se ha encargado de estudiar el fenómeno que ha florecido exponencialmente en Venezuela durante los últimos cuatro años.
“Los costos son dramáticos porque las personas cuando están fuera de su lugar de origen quedan sin protección emocional, económica y familiar”, comenta.
Allí se ven vulnerables ante cualquier situación sobrevenida, la cual termina dejándolos en condiciones mucho más adversas por lo caro que resulta buscar asistencia sicológica y médica en el exterior.
Por ende, califica de irresponsable cualquier emigración que se haga sin planificación y de manera impulsiva, como si de algo sencillo se tratase.
Añade que este hecho se ha tomado como una especie de moda, en las que personas simplemente lo hacen influenciados por su círculo social o algún allegado.
“Hoy los jóvenes que se quedan se sienten culpables por quedarse y se les cataloga como menos trabajadores ante los que se van del país (…) El bombardeo que está viviendo el venezolano para que emigrar es terrible (…) Este escenario triste lo diagnostico como un genocidio emocional, está descapitalizando al país desde su talento humano”, dice.
Por ende recomienda prepararse a largo plazo, tomando en cuenta todos los factores físicos, económicos y emocionales que se ven involucrados, si se tiene en mente marcharse.
Evaluar sensatamente las oportunidades
“Irse puede ser una opción pero no la única opción”, reitera la también docente universitaria, quien aconseja analizar el panorama de manera sesuda antes de tomar una decisión, pues en distintas ocasionas ha notado como individuos juegan al fracaso propio al ver el cambio de país como única alternativa.
“Si te vas, debes evaluar que humanamente no hay maneras de vivir (…) Porque hay casos en los que te llaman de una empresa para ofrecerte trabajo y tú no quieres, te saboteas tú mismo porque te cierras en que irse es la única salida”, reflexiona.
Se está valorando lo intangible
Briceño resalta el lado positivo de esta tendencia: Se está valorando la familia y lo intangible, está aumentando el nacionalismo y las personas están ideando maneras de mantenerse conectados.
“Las mamás están aprendiendo a utilizar la tecnología (…) Ahorita hay fiestas por Skype en donde se conectan tu primo de Canadá, tu hermano en Singapur y otros familiares se conectan a una computadora para cantarte cumpleaños y tú sientes que esas personas estuvieron ahí contigo”, asevera.
No obstante, eso no compensa la tristeza que alberga la sociedad, el cambio estructural que se percibe en las familias venezolanas ni el desarraigo de las generaciones más jóvenes que están dejando su patria.
“Este es un tema controversial que cada quien puede ver de sus perspectivas (…) Pero yo me niego a pensar que la migración sea la única forma”, recalca.
Finalmente exhorta a la ciudadanía larense y en general a buscar orientación profesional en la materia y para ello coloca a disposición de la colectividad su cuenta en Instagram: @DraCecirapsicologa.
Migración exitosa
Briceño aconseja que para establecerse en otro país es indispensable la preparación tanto física como sicológica. Esta pasa por afrontar un proceso de toma de decisiones individual en el que se deben evaluar las potencialidades y habilidades que cada quien posee, las cuales serán de utilidad en otro sitio.
Es imprescindible también la organización, documentarse y escoger el destino adecuado, así como también conocer todo lo concerniente a este.
“Al friolento en Canadá por supuesto que no le va a ir muy bien”, ilustra.
Recomienda desde antes de partir, asumir responsabilidades y empezar a ejercer la autonomía, así como también, abrir la mente a cualquier al cambio para poder adaptarse.
“Hay que entender que habrán días en los que a ti te va a ir mal, hay que aprender a vivir en soledad, en reto, en persistencia (…) Si yo me mantengo en una posición de rigidez voy a encontrarme de frente con una pared”, expresó.