No es lo mismo el dolor que la tristeza, ¿lo sabías?
Tengo mucha experiencia en el dolor, como en la ira, en el desengaño, en la frustración… y también en el goce del éxito, aun cuando los demás no lo hayan entendido y me estén dejando en el borde del camino.
Pero la tristeza es un sentimiento profundo, demasiado personal. La alegría y el dolor, la sorpresa y la ira son exultantes, cambian el rostro, la mirada… la tristeza lo marca por dentro. La tristeza está más allá de los ojos, hay que llegar al pensamiento, al alma del hombre para verla.
Un hombre triste nunca miraría a quien lo observa. Buscaría algo que está como más lejos, una huella remota, perdida en la distancia y a la vez dentro de sí mismo. Nunca miraría hacia
arriba, buscando una esperanza; tampoco hacia abajo como alguien avergonzado o temeroso. Tiene la mirada fija en lo insondable.
Esto mismo lo sintieron los discípulos de Emaús, unos tipos corrientes que tuvieron el privilegio de ver al Hijo de Dios, mientras ejecutaba la más común y simbólica de las acciones: partir el pan, un simple pan.
Unos hombres comunes, llenos de miedo por las persecuciones que están sufriendo en el instante en que su fe es superada por
la muerte en la cruz de su líder. ¿Cómo crees que se sienten los seguidores de un líder político que aseguraba que iba a aplicar una ideología, un proceso revolucionario único e igualitario, que resultó una utopía, que se hundió en el fango de la corrupción y que cumplió con el último propósito, igualarnos a todos en la pobreza y en la tristeza generalizada?
Pero a los discípulos peregrinos no les duró mucho la tristeza, porque después se encontraron con su Maestro resucitado, Jesús en carne y hueso, el más grande de los milagros: el regreso
desde el mundo de los muertos, y el crecimiento de una Iglesia que hoy tiene ya 2016 años.
No obstante, a los conmilitones del finado esta suposición se las fundió el heredero que se pudrió en el transcurrir de estos tres últimos años, pretendiendo renacer al comandante eterno.
Esta conversación la tuve con un viejo amigo, profesor universitario jubilado, al igual que yo, durante la cola que hacíamos para revalidar la fe de vida, y así continuar disfrutando de nuestro exiguo pago mensual por más de cuarenta años de servicio público.
¿No te has dado cuenta que todos lo que aquí estamos reflejamos en la mirada la tristeza nacional? Y pensar que nuestros padres, maestros y próceres nos enseñaron que ser un hombre libre es más que vivir en un lugar donde se proclama la libertad.
Ser libre es una guerra donde se debe pelear todos los días una batalla, contra los poderes, contra todos los miedos. Esta gente que nos gobierna se propuso implantar el miedo con una gran profundidad, como lo han hecho los regímenes comunistas, hasta afectar las esencias del hombre.
Hemos tenido de regreso el miedo de una dictadura como una avalancha gigantesca, dispuesto a
cubrirlo todo con su carga de tortura y muerte. Mas no podrán doblegar la dignidad del venezolano; ya hemos demostrado en las elecciones del 5 de diciembre del 2015 nuestra vocación de no entregar la libertad, la condición más alta que nos ha concedido el Creador, y
la divisa más valiosa desde que iniciamos la estancia en esta tierra de gracia.
La hemos extraviado algunas veces a través de la historia del país. El pueblo mayoritariamente unido, como lo reflejan todas las encuestas la rescatará por la vía Constitucional. Por eso el revocatorio del Señor Presidente es impostergable, aún para él y sus adláteres, a quienes se le garantizaría un juicio en democracia para sus actuaciones de 17 años. Su logro: ¡hambrear a sus conciudadanos!
Euro Barrios Torres