Expertos en temas electorales, como el argentino Daniel Zovatto, presentan gráficamente lo que se vive en países de autoritarismos electorales. Efectivamente se realizan elecciones, pero la competencia no es justa, ya que la cancha está totalmente inclinada para favorecer al régimen. Así está jugándose hoy en Venezuela la posibilidad de que haya una salida constitucional, electoral y principalmente pacífica a la aguda crisis que vive el país en todos los ámbitos.
Esa salida se llama, en el contexto de Venezuela, referendo revocatorio. Al menos así está reflejado en el reciente estudio de Venebarómetro. Un 68 por ciento de los entrevistados consideran que Nicolás Maduro debe abandonar el poder de forma anticipada y convocarse nuevas elecciones. Es ésta precisamente la vía que abre la realización de un referendo revocatorio en Venezuela en este año 2016. El chavismo, obviamente, le pone todo tipo de trabas y dilaciones.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el principal referente opositor de Venezuela, está jugando políticamente en una cancha que los diversos actores institucionales inclinan a favor de la permanencia de Nicolás Maduro en el poder. El hecho de que pueda seguir jugando es significativo, y decimos esto porque no debe perderse de vista por lo ocurrido recientemente en Nicaragua, país en el que el principal partido opositor fue ilegalizado en junio y quedó sin efecto su presencia en el Parlamento la última semana de julio.
Este 1 de agosto el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) finalmente dio a conocer que la MUD había recogido 1 por ciento de las firmas del padrón electoral, primer paso para el revocatorio. En esta primera etapa quedó legitimada la MUD como interlocutor político para que se convoque el referendo.
Una muestra de la cancha inclinada: El CNE tardó más de un mes, ya que las firmas se validaron con máquinas biométricas entre el 20 y 24 de junio, para verificar el respaldo al revocatorio por casi 400.000 venezolanos. Ese mismo CNE, hace dos años, “verificó” 10 millones de firmas en contra del decreto presidencial de Barack Obama que declaraba al gobierno de Venezuela una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, en apenas tres días.
En esa misma dirección: desde el 19 de julio existía ya una constancia técnica de que la MUD había superado el número de firmas necesarias del 1 por ciento del padrón electoral. Sin embargo, pasaron 12 días adicionales para que se refrendara oficialmente lo que ya era conocido. Y así pasan los días en este proceso prolongado y fatigoso.
Apenas se ha superado la primera barrera de obstáculos. En breve deberá suceder otra y la cual implica que 4 millones de venezolanos digan que sí quieren revocatorio. Sorteado esto es que efectivamente se haría la consulta electoral. Hay tiempo de hacer el referendo en este 2016 y de que en caso de ser derrotado Maduro se convoquen nuevas elecciones presidenciales. Todo esto está en la constitución vigente.
Sin embargo, no es ésta una crisis constitucional, sino política y requerirá de acciones políticas. Sólo la presión política, interna y externa, podrá hacer efectivo el referendo revocatorio en Venezuela en este 2016. Si no la hay, quedará como tantos otros derechos constitucionales, sólo en el papel.
Jugando con la cancha inclinada, y con actores que no siempre lucen alineados –la MUD es a veces una cacofonía- la alternativa democrática no tiene otra opción que seguir en la carrera de obstáculos que es y será este referendo revocatorio en Venezuela.
Si el chavismo decide obstruirlo del todo, se estará jugando su última carta y posibilidad de sobrevivir política e institucionalmente en un marco mínimo de respeto a la constitución de 1999. Sin referendo el chavismo apuesta por el autoritarismo.
En cambio para la oposición no hay otra posibilidad que insistir. No es una opción dejar de jugar en este momento –aunque sea en condiciones totalmente adversas- ya que el sentimiento popular está a favor del cambio. Dejar de jugar o distraerse en rencillas internas sencillamente le aniquilaría políticamente.
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