Fujimori, en el 2000, chillaba amenazante contra la mayoría del país que le reclamaba el fraude electoral contra Toledo y repudiaba la escandalosa corrupción de su régimen. Quien lo escuchaba y veía actuar creía estar ante una “cabra loca”, dispuesta a todo para seguir en el poder, sin importarle violar la Constitución. Pues bien, ese todopoderoso altanero, un día tomó un avión para asistir a una Cumbre Económica en Japón. En realidad -para sorpresa de los secuaces que habían perpetrado sus desmanes- estaba huyendo con sus alforjas llenas de dólares. Envió su renuncia a la Presidencia por un fax desde Tokio y pidió asilo aprovechando la doble nacionalidad peruano-japonesa. “Dejó el pelero” pues, y dejó desamparados a todos sus esbirros… Años después, Fujimori fue apresado, juzgado y aún paga con cárcel en Perú sus violaciones a la Constitución, a los derechos humanos y el haberse apropiado de los dineros públicos.
Aquella madrugada del 23 de enero de 1958, un muy cobarde general Pérez Jiménez, al que hasta ese día todos creían muy duro –como lo era para ordenar cárcel y torturas mientras el poder era todo suyo con jueces y policías a su servicio– se fue corriendo junto a unos pocos familiares con varias maletas cargadas de millones de dólares, abordó el avión presidencial, La Vaca Sagrada, y fue a parar a Republica Dominicana, donde reinaba otro sátrapa como él: Chapita Trujillo. Tiempo después se fue a Madrid bajo el cobijo de otro militar y dictador: Francisco Franco. En el aeropuerto de la Carlota se le quedó una de las maletas rebosante en dólares, una de las pruebas por las que luego fue juzgado por corrupción. En Caracas y otras ciudades, el pueblo enardecido asaltó las cárceles de la Seguridad Nacional, liberó los presos políticos y festejó el fin de la dictadura de aquel que también decía gobernar en nombre de Bolívar y la patria. ¿Qué habrá pasado por la mente de aquellos secuaces que se habían prestado para perseguir, torturar y encarcelar sin piedad, cuando se vieron abandonados por el jefe, desamparados, viendo al que les ordenaba ejecutar tropelías irse gordo en peso y en dinero, indiferente a la suerte de ellos? Solo les quedaba huir miserablemente “por los caminos verdes”.
Pero en estos tiempos del “socialismo del siglo XXI” los sátrapas y corruptos no huyen con maletas llenas de dólares. Usan internet y transferencias. Ya tienen millones de dólares en los paraísos fiscales tal que lo demuestran con lujo de detalles Carlos Tablante y Marcos Tarre en el “El Gran Saqueo”. Libro donde se documentan las operaciones fraudulentas en Cadivi, Pdvsa, los guisos en las emergencias eléctricas, importación de alimentos y otras operaciones con los dineros públicos sin control. Allí están mencionados los altos funcionarios de franela roja, esos que aplaudían –y aplauden– en cadena, a rabiar, lo de “ser rico es malo”; “Obama deroga el decreto ya”, esos que han brotado llenos de pus en todo el cuerpo de la “revolución” y en la banca de Andorra, pero que ahora tiemblan cuando oyen a un pueblo gritar ¡Revocatorio ya! Son los mismos que dan las órdenes de perseguir y acosar a los empleados y trabajadores que firman por el revocatorio o para que se excluyan si lo han hecho. Claro, tienen millones de “razones” para hacerlo. Pero todos caen. Así, “por ahora”, se sientan protegidos por el sistema de complicidades que los ampara. Todos caen…
