(Capítulo final)
La oración encierra el profundo sentido de dar gracias a Dios, pedirle que nos ilumine la conciencia, poniendo nuestra fe y empeño en la proclamación del gran mensaje de la fraternidad que nos dejó Jesús, fundador de la religión de la experiencia personal, que encierra el fruto de nuestras caídas, errores y superaciones.
El Racionalismo es el que más ha combatido la autenticidad del Génesis. Para nuestra sorpresa vemos que cuanto más duda el mundo de la existencia de Dios, más esplendente e irrebatible se muestra dentro de la ciencia la verdad de su existencia.
Había plantado el Creador un jardín delicioso en el que puso al hombre para que lo cultivara, protegiera y fuera feliz. En terreno firme edificó su casa el hombre, sobre la cumbre, cerca al sol edificó el águila su nido. A pesar de los pesares aún resurge Dios a través de la fe que nos inspira, llegando calladito como el silente canto de amor de un arpa y un violín embelesados ante el rayo esplendoroso de un crepúsculo. En vez de la esperanza que ilumina, aparece la duda de la ciencia que es de la fe del hombre terrible torcedor. La ciencia osada es aguijón y miel en su colmena, se afinca enceguecida a la frialdad de su egoísmo. Comparada con la luminosidad del universo, teniendo tanta luz la mente del hombre que piensa, ni él ni las hermosuras de natura ni las bellezas del mismo milagro que presenta la ciencia, podrán dar de Dios aproximada idea de su grandeza…
Y dijo Dios: “No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque es muy carnal”. Después del milagro de la Creación la tierra estaba corrompida y colmada de iniquidad. Pidió Dios a Noé hacer una barca para salvar los pocos humanos que no estaban corrompidos. Todos subieron al arca antes de desatar el diluvio universal. Pasó el diluvio, volvió la tierra a ser poblada por los tres hijos de Noé y por los que se salvaron. Pero al morir Noé volvió el pueblo a sus andadas; quiso subir al cielo por sus medios, construyendo la torre de Babel. El cielo confundió la soberbia del pueblo, poniéndolos a hablar diversidad de lenguas que los llevó al fracaso de su invento.
Hay cosas que no podemos entender, de por qué la vida es un pozo de miseria y sufrimiento. No entendemos por qué si Dios es toda misericordia debemos aceptar que hay que sufrir para ganar el cielo, igualmente no entendemos por qué hay qué pagar para la salvación del alma, lo que combatió Lutero, cobro que lamentablemente todavía persiste en muchas iglesias. A veces la religión es un obstáculo, porque orienta la esperanza del que cree, hacia una vida futura ilusoria. Me pregunto por qué la iglesia no evoluciona ni quiere entender que más allá de las páginas del Dogma está el mundo real en que vivimos. Lanzamos nuestros gritos al cielo, pedimos justicia, paz, amor, seguridad y libertad. Nadie responde a nuestro pedido. El odio, la mentira, el estruendo espantoso de la ambición y la guerra, vida y sentimientos arrasa. Apenas queda limpio de nosotros el fermento que en el Génesis se concibió.
Los aventureros de la religión creen en un Dios que garantiza su supervivencia en lo material y espiritual. Científicos y devotos descubrirán algún día que la religión de la experiencia personal, es la que llevará el hombre a encontrar a su propio Dios. Los que creen estar en posesión absoluta de la verdad, tarde que temprano serán derribados del concepto errado original que han tenido de Dios, endosándole y cargándole todos sus errores, sin asumir sus propios me a culpa.
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