“Miserables de aquellos que vacilan cuando la tiranía se ceba en las entrañas
de la patria”. Esteban Echeverría (1805-1851)
Para la fecha de escribir este artículo, el CNE, dio a conocer al fin, las pautas para concretar el ansiado referéndum revocatorio del actual mandatario.
El procedimiento se ventila, según mi visión de abogado, como un juicio del pueblo democrático versus un cuestionado mandatario, pero donde el organismo decisor parece actuar como parte y juez a la vez. Como parte, por cuanto ha recurrido a una serie de normas sobrevenidas de su propia facturación, no establecidas ni en la Constitución, ni en ningún texto legal, dilatando así el proceso y desechando más de medio millón de firmas, entre las cuales, incluyó las de relevantes dirigentes de la oposición.
Ello se pudiera interpretar como mera coincidencia, pero como dirían los ché, a las integrantes de ese cuerpo colegiado “se les han visto ya las rozadas bombachas”. Y como juez, por cuanto es ese controvertido organismo el que habrá de decidir la viabilidad del referéndum en el menor tiempo posible dentro de los lapsos preestablecidos; pero quien, con la insólita y bravuconada desfachatez ha advertido que, a cualquier manifestación de violencia suspende el juicio –léase el revocatorio-.
Entonces ante tal amenaza, surgen muchas interrogantes: ¿Violencia de quien?, ¿dónde?, ¿por cuál motivo? y sobre todo, ¿quién si no, la parte que ya se sabe perdida tendría interés en que el referendo no se realice?
En los procesos judiciales existen los llamados medios de autocomposición procesal: Convenios, transacciones o desistimientos. En el caso de marras, la parte demandada y que lleva las de perder, se niega a convenir en la demanda presentada por el pueblo, con cuyo convenio le evitaría mayores perjuicios a la causa objeto del litigio, de valor inconmensurable y que se llama: Venezuela.
El desistimiento no aplica para la parte demandada por cuanto no es ella la actora, pero le queda otra opción, jurídicamente hablando: la transacción. Y en tal sentido, y consciente de ello, pero subestimando los valores éticos de la contraparte, recurre a tres camaradas venidos de fuera para que intercedan ante uno de los más conspicuos representantes del pueblo injustamente detenido a instancia de la parte demandada, proponiéndole como arreglo transaccional que el pueblo desista del revocatorio a cambio de su libertad.
La repuesta del prisionero es asaz valiente, y de acendrado contenido ético y moral: “El revocatorio no es negociable”. (Yo no me vendo).