El Diablo se le presenta a Jesucristo en el momento que mayor debilidad tenía su cuerpo producto de los varios días con su noches sin probar comida ni beber agua. Sabe este maléfico ser que cuando el humano es sometido a carencias extremas su nivel de conciencia se reduce a los instintos básicos por la subsistencia y que este es el mejor momento para convertirlo en un animal sin alma ni principios.
Jesús lo somete «No tentaras a tu señor, tu Dios». Y de esta manera coloca la potestad espiritual como dominadora de los apetitos que tenemos como hijos de la carne y las necesidades materiales. Fundamentados en este Poder que nos transfirió Jesús mediante la oración y la eucaristía nosotros como seres duales tenemos la capacidad para elevarnos sobre los atavismos terrenales tomados de la mano de quien nos mostró el camino de la luz.
En estos momentos cuando el pueblo venezolano en su conjunto padece necesidades extremas por falta de alimentos, medicina, justicia y democracia, hemos visto como Satanás se ha introducido en nuestra cotidianidad mediante crímenes de todo tipo que azotan la paz ciudadana y nos colocan en el reino de las tinieblas donde la violencia, la impiedad y la crueldad andan a descampado arremetiendo contra la gente buena.
Inmersos como estamos en este territorio de maldad y desconcierto, el Diablo recorre nuestras calles dejando muerte, hambre, enfermedad y dolor moral por donde pasa. Por ello debemos entender que en verdad sobre nuestro país se está dando una guerra, pero no es económica ni siquiera política, aquí estamos en mitad de una guerra entre el Bien y el Mal, estamos en una guerra cuyo escenario principal está dentro de nosotros mismos, una guerra entre los instintos animales que nos empujan a una lucha despiadada por la supervivencia y los valores espirituales mediante los cuales aspiramos a relaciones solidarias y éticas con nuestros semejantes.
Si apelamos a las enseñanzas de Jesús y enfrentamos los sentimientos depredadores como el egoísmo, la mezquindad, el rencor, y todos aquellos con los cuales nos refugiamos en la falsa seguridad del individualismo, podremos ganar esta guerra moral que nos envuelve y nos atemoriza. Afortunadamente del fondo de nuestra conciencia están emergiendo las lecciones católicas con las cuales se conformó nuestra alma colectiva y estamos viendo como la solidaridad, el compartir, los grupos y las cadenas de oración están ganando terreno cada día y vemos como la oscuridad cede ante el empuje de la luz y con Cristo a la vanguardia más pronto que tarde Venezuela será una sola alabanza de gratitud al Todopoderoso.
Oremos juntos con la voz de San Pablo. «Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios, -el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve».
Oremos sin desmayo, seamos solidarios, vivamos el compartir, esta guerra moral no se gana luchando por nuestra supervivencia individual, el Diablo quiere atomizarnos y hundirnos en el egoísmo y nuestra salvación debe ser en conjunto, enfrentemos estos ataques con la palabra de Jesús… «Cuando unidos invoquen mi nombre yo estaré con ustedes»…El Diablo ataca pero Dios nos defiende. Si Dios está con nosotros somos invencibles.