Quién lee a ciertos opositores de un diálogo puede pensar que estamos en la situación del General Douglas MacArthur cuando exigió rendición incondicional a los japoneses recién anonadados por bombazos atómicos.
Supondría que el revocatorio se logró, el régimen ya cayó, las fuerzas armadas se le voltearon al unísono, y sus millones de fanatizados adherentes salieron a las calles a celebrar.
Solo así se entiende que algunos exijan el equivalente a una rendición incondicional de un régimen aferrado al poder a cualquier costo político, económico y social.
Sucede que no está en juego el destino de un solo individuo revocable sino la supervivencia política de toda una secta política maltrecha, mas no neutralizada.
Ante la profunda crisis nacional y las diferencias al parecer irreconciliables entre dos bandos, las soluciones pasarán inexorablemente por vías políticas, que siempre serán el arte de lo posible.
¿Es posible que millones de obstinados partidarios del régimen repentinamente depongan actitudes, y convivan como responsables y pacíficos ciudadanos democráticos?
¿Es posible que la oficialidad militar, 17 promociones sucesivas moldeadas al calor del caudillismo más sectario, dé un vuelco repentino hacia la democracia y la institucionalidad?
¿Es posible que una nutrida casta cívico-militar recién empoderada y enriquecida abdique voluntariamente su posicionamiento político y los privilegios consolidados en más de tres lustros?
No se debe amenazar con exterminio a una feroz bestia herida, sin saber si está completamente inmovilizada y acorralada.
Se pregunta uno si Chile viviría hoy en democracia si, antes del referéndum, los opositores de Pinochet le hubiesen exigido condiciones suponían su extinción política, asomándole constantemente el futuro que le esperaba.
La oposición responsable de Venezuela está comprometida –y la mayoría de los venezolanos encuestados así lo quiere– con soluciones pacíficas, democráticas y constitucionales, y su propuesta política central es un referendo revocatorio del actual régimen en fecha anterior al 10 de enero de 2017.
En la medida que los beneficiarios del régimen crean que ese revocatorio representa su total aniquilación política harán todo lo posible por evitarlo. En ese impasse está trancado el país.
Dialogar, negociar o como se le quiera llamar, parece la única forma pacífica de salir constructivamente del atolladero. Las preguntas claves son cuándo y con quién. ¿Con los delirantes ideólogos del fracaso, o con un sector castrense que ya se revela como verdadero dueño del poder? He allí el dilema.