Algunos compatriotas, entre ellos amigos de toda la vida, me califican de pesimista cuando conversamos sobre la situación actual. Les he dicho que un pesimista serio de este tiempo, es en el fondo y en la forma, un optimista realista. La enorme ilusión general provocada el pasado 6D con la elección de la Asamblea Nacional se ha ido desdibujando. Hoy está más obscuro el camino hacia el referéndum revocatorio que entonces. Tampoco hay Ley de Amnistía, los presos siguen presos y los exilados mantienen su condición, no se han concretado las decisiones relativas al Tribunal Supremo ni al Consejo Nacional Electoral y, en fin, la obscuridad reina con relación al bendito diálogo y las andanzas abiertas, encubiertas y secretas de algunos protagonistas siguen sin aclararse. Debo reconocer algunas valientes decisiones de la AN, pero escapan a la posibilidad de ejecutarlas.
Confieso mi desprecio por este tiempo venezolano. Tristeza por el país y un profundo desprecio por el rostro baboso y acomodaticio de políticos opositores que actúan por debajo de las expectativas creadas. Todos estamos de acuerdo en que estamos mal y caminamos hacia peor. Los esfuerzos para cambiar el rumbo lucen insuficientes y demasiado tímidos.
Sin embargo, en medio de este panorama sombrío la voz de la Iglesia se levanta una y otra vez para sacudir al país, para combatir la incertidumbre nacional y levanta olas de esperanza. Se trata de auténticas invitaciones a la lucha contra la dictadura. El último documento, la Exhortación de la Conferencia Episcopal, no se agota en diagnósticos ya súper conocidos. Traza líneas maestras para orientar a la nación en el camino de la liberación. Con ese espíritu libertario debemos asumir la responsabilidad que a cada uno le corresponde.
Invito a escuchar la voz de nuestros Pastores y a seguir sus enseñanzas. Ojalá todos puedan tener la oportunidad de repasar el Sermón de la Montaña, máxima inspiración de un mensaje que adquiere cada día mayor vigencia entre nosotros.
Ningún “diálogo” garantiza la libertad y la vida en democracia. Hay que despertar en cada individuo el espíritu de superación y responsabilidad para adquirir más dignidad y espíritu de superación. Así nadie podrá someterlo. Exijamos a los políticos que salgan de las trampas existentes entre la cautela y la pasión abandonando esa lucha permanente entre las maniobras hábiles y la avidez de poder.
El objetivo es el cambio radical de este régimen. Lo lograremos. Es un pecado mortal que alguien, civil o militar, le sirva a este gobierno. Recuerden algunos, no hay secretos eternos.
@osalpaz