La crisis como categoría analítica y al mismo tiempo descriptiva de la realidad venezolana, luce casi desbordada ante la agudización, profundidad y el inédito deterioro que está experimentando como nunca antes la vida de los venezolanos. Aunque al pasivo conformismo le resulte exagerada la metáfora, lo cierto es que las circunstancias que están afrontando los venezolanos, las empresas y organizaciones se asemejan en sus efectos y características a aquellas que se presentan en medio o luego de un conflicto bélico, de una guerra o una conflagración armada.
¿Estamos en medio de una guerra? Hay una guerra no declarada, pero en desarrollo. Y la conduce parte de la élite gobernante contra un modelo de sociedad, de trabajo, de convivencia y relacionamiento basado en la economía productiva y de mercado, en la educación y esfuerzo como vía de superación, en la creatividad y el conocimiento como pilares de la economía, en la democracia y legalidad como marco institucional, y en la participación de la empresa privada y de la inversión y emprendimiento individual como mecanismos para contribuir con el desarrollo del país. El tono militar, que define a estas horas y de manera creciente, al gobierno de Nicolás Maduro, contrasta con el clima de erosión institucional, anarquía social, deterioro económico y deslegitimación política que desde el Ejecutivo, se ha promovido para aferrarse al poder, y bloquear el cambio político y económico en Venezuela. Al negar y sabotear desde el Estado, devenido estructura personal-partidista, un derecho constitucional como es el referéndum revocatorio, criminalizando y persiguiendo a cualquier acción no solo opositora, sino ya crítica o disidente, se torna difícil no endosar adjetivos de tiranía, autocracia o neototalitarismo al esquema de quienes hoy detentan el poder en el país.
El ritmo de crecimiento de la inflación, generada por la negativa oficial por corregir las distorsiones fiscales, cambiarias y económicas generadas por controles, regulaciones y la destrucción de la empresa privada como propósito, en medio de una sequía de divisas y de una corrupción que se expande impune en la praxis de los grupos gobernantes, está generando un aumento del hambre y el empobrecimiento de manera dramática.
¿Cómo actuar, desde la empresa, la organización, el pequeño negocio, el emprendimiento particular, ante este cuadro? ¿Cómo desarrollar una gestión en este escenario?
Gerenciar en tiempos de guerra supone el reto de avanzar en medio de niveles de incertidumbre y complejidad que superan cualquier abordaje estrictamente racional o económico. Implica flexibilidad, capacidad de respuesta inmediata, desarrollo de un fuerte compromiso entre quienes integran la organización, creatividad, y también una clara disposición a reinventarnos profesional, personal y empresarialmente. Plantea una sabia administración de los recursos, un celoso cuidado de los gastos y costos, y en términos del perfil de quien debe tomar decisiones, una elevada inteligencia emocional, y el equilibrio de los criterios de rentabilidad y rendimiento con la intuición y subjetividad.
Está claro que mientras otros se empeñan en bloquear el cambio, el esfuerzo creador y productivo que se propone resistir y apostar al futuro tiene un solo enemigo: la desesperanza y el inmovilismo.
@alexeiguerra