Para recordar: “… cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio” (Apocalipsis 21: 21).
Pese a todo lo que está sucediendo en nuestra nación, somos numerosos los que todavía vemos unos rayos de esperanza para nuestro país. Por ejemplo: Nuñez, Virginia, dice: “Venezuela, ‘es’ tierra de esperanza… y gente con sueños”(peripexias.bligoo.cl/); Ramos Allup (presidente de la Asamblea Nacional) señala: “Venezuela debe tener esperanza que vamos a construir un mejor país” (acciondemocratica.org.ve); en sentido similar, Juan Manuel Sánchez G., alcalde de Marinaleda, provincia de Sevilla, España, menciona: “Venezuela representa la esperanza de un país que se atreve a construir un mundo diferente» (www.avn.info.ve/…).
Algunos de los anteriores, a pesar de las declaraciones en positivo, han señalado que la realidad es otra, con problemas tan graves que nos afectan a todos.
Entre los vendedores de puestos en las colas, el maltrato de algunos integrantes de la Guardia Nacional, hacen que la gente llame, cada suplicio para buscar alimentos o medicinas: “La cola de la esperanza”. “Esperanza que llegue algo…”. “Esperanza de encontrar algo de comida, al finalizar el día”.
Gracias a las enceguecedoras palabras de los gobernantes, millones viven soñando con el país de la esperanza: Esperando una casita, un carro, una bolsa de comida, una medicina, una cama en un hospital.
Con el texto inicial, estamos hablando de la Nueva Jerusalén: El país o la ciudad de la esperanza.
En ese sentido, C.M. Maxwell, dice que Juan, el escritor de Apocalipsis (en cap. 21: 22), no vio el santuario reseñado por Daniel (profeta), por la sencilla razón que “Dios Todopoderoso (Padre), y el Cordero (Cristo), son su Santuario” (Libro: Dios Revela el Futuro”, t2, pp 530-535) y se refiere a la Nueva Jerusalén como “una ciudad de abundancia”. Porque habrá de todo: Casas, iluminación, agua, alimentos y Cristo estará junto a todos los salvados, quien terminará con la muerte y el dolor.
En concordancia, Doukhan, Jacques (2008), señala: “Nunca hemos estado tan cerca de los eventos descritos por la profecía. Y nunca hemos sido tan indiferentes… Los ecologistas observan la desintegración de nuestro planeta, pero parece que nadie está dispuesto a hacer nada al respecto. Los economistas casi no pueden superar su pesimismo. El desempleo mundial va en aumento. Tres cuartos de la población mundial afronta el peligro real de muerte por hambre” (“Secretos de Daniel”, p.185).
Pero, Doukhan, cuando habla de la Nueva Jerusalén, menciona que en el Apocalipsis se “cumplen todas las esperanzas, las repuesta a todos los anhelos del mundo… La ciudad que significa el lugar de la morada de Dios en el cielo… Sin embargo, la Jerusalén del pasado no se compara en nada con la Nueva Jerusalén y, finaliza ese capítulo con dos subtítulos de esa Jerusalén: “Ciudad de luz”, y “Ciudad de vida” (“Secretos del Apocalipsis”, pp. 197-201).
Casi todos estamos a la expectativa a donde va a parar tanta conflagración mundial y nacional, pero lo más importante es que no perdamos de vista el País o la ciudad de la esperanza.Y después de la Segunda venida de Cristo, el plan es estar 1000 años en el cielo, y luego esa ciudad terminará en el planeta tierra (renovada).
Entonces, si Venezuela cambia, será por poco tiempo porque pronto veremos la Nueva Jerusalén.
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