Fue hace mucho tiempo y en un lugar muy lejano cuando Barack Obama comentó con sorna «Eres bastante agradable, Hillary». Ahora hay amor por todos lados.
Hillary Clinton consiguió oficialmente el martes la nominación demócrata a la presidencia y declaró que el techo de cristal que ha mantenido a las mujeres lejos de la presidencia se había agrietado y casi roto. Su marido, el expresidente Bill Clinton, cerró una noche histórica con un extenso y apasionado discurso que ofreció una visión muy personal —aunque aséptica— de su relación. Fue una oda a la «mejor maldita hacedora de cambios que he conocido jamás», con la política como hilo conductor.
Esta noche, el presidente actual se sumará a la fiesta para reforzar la llamada a que el país elija a la ex primera dama, senadora y secretaria de Estado como primera mujer que ocupa el Despacho Oval.
Hillary Clinton, por fin candidata del partido demócrata, logró la candidatura el martes por la noche en una convención que pareció encontrar el ritmo tras un accidentado comienzo por obra de seguidores descontentos de Bernie Sanders. La ritual votación por estados que consolidó la nominación procedió sin problemas dentro del recinto, y el propio Sanders se alzó en nombre de la unidad para pedir que el nombramiento se aprobara por aclamación.
Los más insatisfechos de sus seguidores abandonaron la reunión, ocuparon una carpa para medios y celebraron una sentada, algunos con cinta en la boca para representar que se sentían silenciados por el partido.
«Esto fue una fiesta de Hillary de cuatro días. Y no éramos bienvenidos», dijo Liz Maratea, delegada de New Jersey, en la protesta en la carpa de medios. «Nos trataron como a leprosos».
El histórico logro de Clinton saturó la votación por estados con emoción y símbolos de la larga lucha de las mujeres por derribar barreras políticas. Sosteniendo un cartel con las palabras «Centenaria a favor de Hillary», Jerry Emmett, de 102 años y procedente de Prescott, Arizona, ofreció el voto de su delegación estatal. Emmett nació antes de que las mujeres consiguieran el derecho a votar en 1920, y recordaba la primera vez que su madre había votado.
Bear Atwood, de 56 años y procedente de Terry, Mississippi, abogada de derechos civiles y delegada general, se sintió conmovida cuando Clinton se convirtió en la candidata. «He trabajado por los derechos de las mujeres durante toda mi vida adulta», dijo. «Ésta es la culminación de una carrera y una vida personal».
En una comparecencia inesperada por videoconferencia al final de la noche, Clinton dijo: «Acabamos de poner la mayor grieta en el techo de cristal hasta ahora». El público estalló en celebraciones.
Ocho años después de la agria lucha en las primarias que ganó Obama, el presidente y su antigua rival muestran ahora una colaboración de toma de relevo: Clinton se presenta como protectora del legado de Obama, mientras que el presidente ve las elecciones de noviembre como una confirmación de su trayectoria como presidente si ella gana.
Pese a la habilidad del presidente como orador, tiene el listón alto tras el memorable discurso de su esposa, Michelle. La apasionada defensa de Clinton que ofreció en la primera noche de la convención recibió elogios incluso de Donald Trump, que ofreció la otra mejilla por una vez e ignoró sus críticas. «Excelente», dijo de su discurso. «Creo que hizo un trabajo muy bueno».
Aunque la convención hizo claros avances en sublimas sus divisiones internas, Clinton sigue siendo una figura divisiva y bastante impopular en el país, al igual que Trump. Los sondeos han mostrado de forma consistente una falta de confianza en Clinton, agravada por las dudas que quedan sobre su gestión del correo electrónico como secretaria de Estado, y sin duda por los años de intriga en torno al expresidente y ella misma.
La segunda noche de la convención se dedicó a volver a presentar a Clinton a los votantes, y los oradores llamaron la atención sobre temas en los que ha trabajado durante años, como la atención sanitaria y la defensa de niños y familias.
Al retrato le faltaron algunas pinceladas. La actriz de la franquicia «Juegos del Hambre» Elizabeth Banks y otros oradores elogiaron a Clinton por centrar los inicios de su carrera en causas sobre los menores. No se comentó que también se sumó a la firma legal Rose de Arkansas, que trabajaba por Tyson Foods, Wal-Mart y varias corredurías y tuvo un papel en el escándalo inmobiliario de Whitewater que persiguió a los Clinton durante años.
Bill Clinton narró la historia de amor de la pareja desde que se conocieron en una biblioteca y continuando por su cortejo y los años posteriores. Los episodios menos dulces, como sus numerosos escarceos con mujeres en Arkansas y su aventura con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky, que estuvo cerca de costarle su carrera, quedaron fuera.
«Hillary nos hará más fuertes juntos» dijo, rechazando la versión de «caricatura» que ofrecen los republicanos sobre su esposa. En una sutil pulla a Trump dijo que con su esposa como presidenta, el país sería un lugar hospitalario para los musulmanes que aman Estados Unidos. Y tocando el tema de los hombres negros baleados y el asesinato de agentes de policía, imaginó un futuro «donde nadie tiene miedo de pasear fuera».
Sanders, el azote progresista del Partido Demócrata y férreo competidor de Clinton en unas primarias que esperaban fueran un paseo para la ex senadora, llegó a la convención con una misión de paz. Pero tenía un trabajo duro por delante intentando que sus seguidores apoyen a Clinton o al menos toleren la idea de su candidatura presidencial.
La mañana después de su enérgico respaldo a Clinton en la convención, el propio Sanders se vio abucheado el martes al llegar a un desayuno con delegados de California.
«Es fácil abuchear», dijo Sanders en un reproche a sus seguidores. «Pero es más difícil mirar a la cara a tus hijos, que vivirían bajo una presidencia de Donald Trump».