No le tengamos miedo a la misericordia

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En este año del Jubileo Extraordinario de la Misericordia el papa Francisco nos recuerda que hombres y mujeres la necesitamos, por tal motivo nos invita a acercarnos a ella pidiendo perdón al Padre a través del sacramento de la Confesión. Pero también el Pontífice nos recuerda que necesitamos de nuestra misericordia: darnos la mano, acariciarnos, cuidarnos. Nos anima a vencer la indiferencia, el individualismo, el egoísmo y el desinterés.

La indiferencia es un estado de ánimo en que una persona no siente inclinación ni rechazo hacia el otro, evoca lo frío, no despierta el calor del afecto, la curiosidad, el interés, ni la solidaridad. Hace que lo humano llegue a ser irrelevante para otro ser humano.

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Amar al prójimo nos compromete a vencer la indiferencia, conquistar la paz y promover el encuentro, requiere de la misericordia, la cual nos hace conscientes de la inhumanidad en que vivimos y nos conduce hacia una cultura de solidaridad, diálogo y cooperación con quienes sufren.

Sentir con los demás es una habilidad que nos permite experimentar las emociones de los otros como si fuesen propias. Sentimos cuáles son los sentimientos del otro, cuán fuertes son y qué situaciones los provocan. La empatía se expresa como acompañamiento, solidaridad, acogida, esperanza y alegría. Ayuda a emprender un camino juntos, venciendo la indiferencia y superando las diferencias.

Para ser efectivos en la misión debemos tener la capacidad de «empatizar» con la situación de la persona, escucharla, comprenderla, animarla, tratar de aliviar su pesar y dolor y hacerle sentir que es amada por Dios. Cuando una persona se siente alejada de Dios, debemos acompañarla y ser un instrumento de reconciliación, portador de consuelo y reencuentro con Dios, quien ayudará a sanar heridas espirituales y emocionales.

Amigos, nos necesitamos mutuamente para poder crecer, robustecernos en la fe con el fin de ayudar a otros a continuar el camino de la vida. Recordemos que la misericordia se muestra en lo más mínimo y una de ella es vencer la indiferencia mirando el dolor, el llanto, el hambre, la enfermedad, el sufrimiento para orar, consolar, arrimar el hombro, saciar el hambre y levantar de manera desinteresada, sólo por el bien de los demás y la gloria de Dios.

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