Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, 1967) se ha instalado con absoluta comodidad en los espacios de lo literario. Barquisimeto lo sabe suyo pero su nombre es ya patrimonio de muchas lenguas y amplios territorios así viva en Madrid (España).
La constancia es su virtud. Lector sin fronteras, escritor metódico y persistente, el 2016 lo ha recibido con nuevas publicaciones, premios y satisfacciones.
-El baile de madame Kalalú (Siruela, colección Nuevos tiempos) marca una nueva etapa en la escritura de Juan Carlos Méndez Guédez. ¿Estamos en lo cierto?
-Es posible. No siempre un escritor tiene plena lucidez sobre estos temas. Por un lado, pienso que en mis libros recientes está la irrupción del crimen y del miedo. Un miedo que viene de lo externo y que sin duda se relaciona con la durísima situación venezolana.
Esta transformación ya viene desde mi novela anterior: Los maletines. Sólo que en este nuevo libro, El baile de madame Kalalú, el crimen es visto desde una perspectiva más lúdica, más risueña, más irónica, con ese tono propio de la picaresca. Pero lo cierto es que eso también existía en algunos de mis libros anteriores.
“Así que me encanta la idea de estar transitando un nuevo camino, pero a la vez, que en mi escritura sigan existiendo conexiones con tonos que me han interesado en el pasado: la sentimentalidad, la sonrisa, la búsqueda de la belleza, la mezcla cultural, la mixtura de géneros, el viaje…”
-Hay un juego desde la transgresión en esta novela: ladrona de joyas y obras de arte, habla en voz alta con una monja en coma. Otro modo de la confesión pero también dos planos espirituales…
-Y dos presencias de lo femenino. Por un lado, la mujer actual, que es capaz de ser líder, de tener control sobre su existencia, de decidir sobre su cuerpo y su placer, y por el otro el de una mujer de tiempos anteriores, condenada al silencio, a la sumisión, al encierro.
“No fue algo que pensase de ese modo al escribir el libro; pero es una lectura que me reiteran quienes se enfrentan a sus páginas. Yo confieso que mi intención original era hacer un pequeño homenaje a la novela de Philip Roth: El lamento de Portnoy, una novela que es la larga confesión que un señor hace a su psicoanalista. Yo deseaba ese tono, y ese modo de escritura, así que mi novela creció como la confesión de una ladrona de joyas, y se me ocurrió que la persona ideal para escucharla era una monja en coma. Sentía que dentro del universo de mis historias eso era lo coherente y lo adecuado”.
-Hay una frase de Méndez Guédez al hablar de su novela: Suele cambiar de nombres para perpetrar sus golpes, y falsifica documentación para cada una de las personalidades que adopta. Lo hace por razones de seguridad pero también porque siente que lo mejor de la vida es tener muchas vidas. ¿Qué otras vidas le habría gustado vivir?
-Siempre quise ser segunda base del Cardenales de Lara. Me soñé muchas veces en el Antonio Herrera haciendo un doble play para ganarle un campeonato a los Leones del Caracas. También me habría gustado ser cantante de merengue de los años ochenta. Y más recientemente, me habría gustado ser espía, pero no un espía real, sino como los personajes de las novelas de Le Carre o Greene.
-Es también una escritura en tono caribeño y latinoamericano. Con una musicalidad deudora de Colón, Blades y Rubby Pérez. ¿Somos las canciones que han marcado nuestra adolescencia?
-Somos seres de sonidos. Somos música. La música que nos acompaña a lo largo de la vida, no sólo en la adolescencia. Ahora en algunos viajes de trabajo me encuentro siempre músicos callejeros tocando Las Hojas muertas. Una canción que me encanta, pero que escucho destrozar en distintas y lejanas ciudades. A veces me pregunto si no es el mismo acordeonista quien me persigue por el mundo para triturar esa melodía que cantó Yves Montand.
“Pero hay mucha música en la memoria: por ejemplo, hay una canción de Los Terrícolas que al oírla directamente me coloco en la Vereda 12 de El Obelisco, y estoy allí con una adorada prima cantando en una tarde de agosto. Y la salsa y los merengues son la juventud en Caracas y Barquisimeto. Ese es otro viaje inmediato.
El caso es que con El baile de madame Kalalú deseaba hacer un libro que tuviese esa música, un libro en el que se sintiese cómo el cuerpo de manera gratuita y festiva es capaz de seguir un ritmo para sentir con intensidad las pasiones, la alegría, el deseo, la ternura.
Por eso se trata de un libro que me gusta imaginar cervantino en tanto sucede la aventura, la mezcla de lenguajes, la fantasía, la memoria como un acto de libertad. Y por supuesto, donde en medio de los diversos robos de joyas y obras de arte que perpetra la protagonista, resuena siempre la presencia de la música.
Claro, no dejo de percatarme de algo: en mis libros los personajes suelen ser excelentes bailarines. Allí logro con las palabras lo que la vida no me dio”.
-Desde el 27 de enero de este año el texto plenó las librerías españolas y luego pasó a Venezuela y otros países. ¿Cuál ha sido la reacción del público de una y otra orilla?
-Esa distribución de El baile de madame Kalalú es un proceso en marcha. Como sabes, Venezuela está destruida por la escasez y eso incluye los libros. Pero te puedo decir que en el caso de Los Maletines, la lectura de los venezolanos era una lectura adolorida, perturbada, mientras que los lectores de España y otros países, se conectaban con el libro de una manera más lúdica y sorprendida. En todo caso, debo decir que los lectores venezolanos me acompañan siempre. Es increíble la ternura, la solidaridad, el apoyo que recibo de ellos.
El abuelo de Zulaimar
-Hablemos de El abuelo de Zulaimar, premiado por el Banco del Libro (Venezuela), entre los mejores libros para niños del año 2016…
-Ese premio ha sido un regalo maravilloso. Pocos libros me han resultado tan difíciles como ese cuento y fue excelente que la editorial gallega OQO apostase por él. Allí, una niña que no tiene abuelos se construye uno y debe protegerlo. La figura de los abuelos es maravillosa. Nunca pude conocer los míos. Fueron nombres, historias, una cruz en un camino entre La Vigia y Villanueva, un lugar donde me recuerdo de pequeño paseando a caballo; algo que ahora me sorprende porque no me siento capaz de volver a montar en uno.
“Yo debí inventarme a mis abuelos para que existiesen a mi lado, así que escribí una historia donde una niña hace lo mismo.
El caso es que jamás pensé que esa incursión mía en un tipo de escritura que no frecuento, pudiese alcanzar un reconocimiento internacional de ese tipo”.
-Realmente siempre será una excelente noticia un premio por el valor de la escritura pero, en este caso, lo es saber que hay niños (más allá de las nuevas tecnologías) dispuestos a leer…
-Tengo la impresión de que en general los niños leen muchísimo. Leen más que sus padres. El quiebre viene en la adolescencia, cuando ya se acercan a la adultez. Pero el niño es un lector apasionante: imaginativo, muy crítico, y con una mirada muy limpia. La historia funciona o no funciona; el niño la relee o cierra el libro para siempre.
-Escribir para las nuevas generaciones debe ser un reto incluso mayor que conquistar al público adulto…
-Un gran reto. Exige un tono, una economía de medios, una forma de mirar el mundo que debe ajustarse en cada palabra.
Ahora, terminé a principios de año un nuevo cuento para niños: La casa de miel, un cuento que transcurre en Barquisimeto, en una casa que yo ubico cerca de la carrera 18, aunque el lugar real que me inspiró este relato se encontraba en la calle 12 entre las carreras 19 y 20, un lugar donde se escuchaba música y se sentía siempre el olor de la miel.
“Tuve que reescribir cinco veces esta historia. Me costó un montón dar con el tono, con el manejo del tiempo, lograr inventarme lo que le sucedía al niño que la protagoniza. Pero fue muy especial soñar esa narración en la que un muchachito descubre que Barquisimeto alberga maravillosas sorpresas para él”.
De Ideogramas a la noche
-Año fructífero: en enero apareció en Francia, traducido al francés, el libro de cuentos Ideogramas, publicado por la editorial Zinnia Éditions…
-En efecto, es una rareza que se traduzcan libros de cuentos, pero esta editorial que está ubicada en Lyon se ha arriesgado. El próximo noviembre iré a Francia a hacer unas cuatro o cinco actividades en el festival Belles Latines y a hablar de ese libro.
Ya mi novela Chulapos mambo está traducida allí y he tenido contactos con universitarios que la están estudiando. Entiendo además que pronto podrán consultarse en internet materiales vinculados con la novela que podrán mirarse utilizando un código que viene en el libro. Es la maravilla de hoy. El libro se prolonga en otros medios.
-¿Es difícil para un autor profundamente latinoamericano, y, en esencia, venezolano, medirse en el mercado literario europeo?
-Muy difícil. Pero eso lo hace todavía más apasionante. La literatura latinoamericana tuvo su apogeo en décadas anteriores. Ahora hay literaturas más populares en el mundo europeo. Pero debo decir que hay dos autores venezolanos excelentes que se van abriendo paso en ese universo como Alberto Barrera Tyszka y Rodrigo Blanco Calderón. Eso me llena de felicidad porque son dos magníficos narradores. Los lectores venezolanos no deberían dejar de leer: Patria o muerte o The Night, los dos títulos recientes de ellos.
Del mismo modo, recomiendo mucho a esos lectores una novela de Juan Carlos Chirinos: Gemelas, que está pronto a aparecer en nuestro país, y Hormigas en la lengua, de Lena Yau. Ah, y por supuesto: Retrato de un caballero de Miguel Gomes, una novela deliciosa, profunda, de gran virtuosismo escritural. Qué maravilla de libro.
-Otra buena noticia: el octubre español verá un nuevo libro de Méndez Guédez: La noche y yo….
-Un libro con tres relatos que publicará Páginas de espuma. Relatos vinculados a la lectura. Son personajes que leen, que entienden la vida como un diálogo infinito con sus libros amados. Quería reflejar esas vidas que son inexplicables sin aquellas páginas que han leído; vidas que se prolongan en las palabras y que las palabras prolongan. Un bibliotecario que da un paseo por Caracas para facilitar mágicamente que una amiga abandone el país; un hombre que agoniza y reconstruye su vida mezclándola con los cinco libros que más ha disfrutado en su existencia, y una mujer que la noche antes de casarse recuerda sus amores y sus lecturas.
“Los peores presagios se cumplieron”
-Es imposible abordar a un autor venezolano residenciado en el exterior y obviar su visión sobre un país cuya intelectualidad sigue resistiendo desde la palabra crítica, la poesía, el encuentro y la reflexión. Hay un valor superior que esperemos se imponga y nos devuelva a la nación extraviada…
-Los peores presagios se cumplieron. La locura caudillista y militarista ha dejado un país en ruinas. Venezuela vive un triste apocalipsis. Otra gran oportunidad económica perdida. La sargentada devoró la riqueza, esparció el odio, armó a la delincuencia y ahora reprime con saña.
Hay dinero para las balas de fusil; no para los niños enfermos en los hospitales. Estos canallas llenaron el país de consignas y le arrebataron la esperanza.
Pero en efecto, las personas resisten, se siguen publicando libros, se sigue soñando, se sigue amando. Espero que nunca olvidemos estos años y que cuando el país deje de ser un cuartel triste y lleno de miedo, la gente que alguna vez tuvo esperanzas en este esperpéntico proceso recuerde que cuando le das a un sargento el poder, estás expulsando a un médico, a un abogado, a un ingeniero, a un músico, a un periodista, a un artesano de talento. Cada vez que se va la luz o que falta una medicina, es necesario recordar que detrás de esa escasez hay un señor con botas que está ocupando el lugar que debió tener un profesional, un civil formado durante años.
Barquisimeto en tono literario
-¿Cuándo Barquisimeto será un itinerario posible en la agenda literaria de Juan Carlos Méndez Guédez?
-La sola idea de ir a Barquisimeto me conmueve muchísimo. Allí tengo muchos abrazos por dar y recibir. Será maravilloso cuando eso se pueda concretar. Pero la ciudad y sus personas nunca me abandonan. Incluso mi gente que ya no está, me acompaña cada día; los siento, los escucho, paseo con ellos por la 17, por la Vargas, por La Floresta, por el Obelisco.
Los dos libros que estoy escribiendo están vinculados a la ciudad y a sus alrededores. Una detective barquisimetana que vive en Europa y resuelve sus casos ayudándose con la brujería marialioncera; y una serie de relatos donde cuento historias sobre María Lionza; historias que suceden en Guarico, en Carora, en Cabudare, en Quíbor, en El Tocuyo, en Chivacoa. Una especie de biblia marialioncera donde Adán y Eva conviven con Guaicaipuro y el Negro Felipe.