En nuestro país no estamos en guerra, pero existen peligrosas manifestaciones de violencia en los barrios populares entre bandas armadas de diferentes signos, aunque con predominio del hampa y de los paramilitares del gobierno, que también amenaza a la clase media y a toda la población. También existe un estado de permanente violación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que en opinión de la mayoría de los demócratas nacionales e internacionales, requiere un diálogo de interés nacional, para restablecer el Estado de Derecho.
En política el diálogo, como lo realizan los colombianos, se establece entre factores de poder, que generalmente tienen profundas diferencias ideológicas en cuanto a la conducción del Estado, con la finalidad de normalizar la vida política, económica y social de la nación. Por eso las conversaciones se adelantan en Cuba entre representantes del gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y las FARC, previo acuerdo de que el mismo tiene como objetivo buscar y encontrar la paz definitiva en el vecino país, están a punto de llegar a firmarla a corto plazo.
El año 2014 el gobierno dio algunos pasos para el diálogo con el sector empresarial estableciendo mesas en las que se sentaron algunos empresarios y representantes oficialistas, sin resultado alguno, porque no pasó de simples ofrecimientos que nunca cumplió el régimen. Debido a su política hegemónica, en la creencia de que tiene la verdad en las manos se ha negado a establecer un diálogo con Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que hoy representa el 80% o más del electorado nacional.
Estos hechos revelan lo complicado y difícil de creer en la voluntad del gobierno para dialogar, así el llamado provenga del propio Presidente, que trata de buscar su legitimación en el mundo económico y social, desconociendo el factor político, sin el cual no se podrá avanzar.
Y aunque como se dice en corrillos políticos, Maduro es el candidato de los hermanos Castro, el pensamiento de los comandantes cubanos, que hoy dialogan y negocian con los Estados Unidos, olvidados de la vieja prédica del antiimperialismo, parece no entenderlo Nicolás Maduro ni la totalidad de los parlamentarios oficialistas, que no sólo actúan al margen de la tendencia mundial a la convivencia civilizada, sino también en contravención al Orden Jurídico nacional, cuando proceden con absoluta complicidad en la flagrante violación de la Ley fundamental de la República.
Por tales y muchas otras razones, para evitar males mayores resulta imprescindible, en nuestra opinión, garantizar justicia y no retaliación al adversario, e iniciar un diálogo constitucional, después del Referendo Revocatorio, entre representantes del gobierno y de la oposición, para restablecer el Estado de Derecho. Para ello es necesario dejar de lado a los talibanes y extremistas del oficialismo y de la oposición, que desde posiciones muy cómodas, por lo general exclusivamente teóricas, les piden a los líderes que conducen la administración pública y la lucha por un cambio democrático, que radicalicen sus enfrentamientos.
El desempeño de los integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha permitido a la Alternativa Democrática avanzar hasta alcanzar la Unidad de la inmensa mayoría de la oposición, capaz de entusiasmar a los votantes y evitar un mega fraude contra más del 60 ó 70% de los venezolanos que acudan a sufragar contra el hambre, el desempleo, la escasez, el alto costo de la vida, la inseguridad de las personas y los bienes. Es decir: todos los demócratas organizados y dispuestos a defender el voto, en el Referendo Revocatorio, expresado en una aplastante victoria.