La pesadilla nuclear dejó de ser tal y se convierte en una realidad. Es uno de los aspectos centrales del terrorismo que avanza con paso firme y hace aparecer como inútiles e ineficaces las gestiones diplomáticas, además de las medidas persuasivas que acompañan las decisiones de los organismos internacionales, como el Consejo de Seguridad de la ONU; representadas por las acciones declaratorias de bloqueo internacional y de acciones militares, que solamente han servido para exacerbar y acelerar respuesta bélicas, generándose un panorama tal, una situación tan evidente, que algunos líderes mundiales, rescatando la legitimidad de la institución que representa, ya han proclamado que estamos ante las puertas de una tercera guerra mundial.
La paranoia se contagia. Es transmisible, no solamente por la vía hereditaria genéticamente hablando como una posibilidad entre otras, sino también por la vía de la inoculación mediática. La socialización de una industria del entretenimiento soportada en juegos de guerra y portadora de violencia, además de otros factores, forma parte del expediente que acumulan los gobiernos y representantes de las empresas y de la sociedad civil, que dieron al traste con el acuerdo por la Paz que se firmó al término de la Segunda conflagración.
Quienes se repartieron el mundo, se cuidaron de la posible reedición del Tribunal de Nuremberg, y al crear la Corte Penal Internacional, según el Estatuto de Roma, creado cincuenta años después, optaron por dejar sin definición el delito de agresión. Se constata así: primero, que no todos los caminos conducían a la ciudad italiana; segundo, que fue un saludo a la bandera, es decir al estandarte que simboliza la presencia de cada país en la sede ONU; en contraste con la cantidad de cadáveres y ciudades destruidas localizados en el cementerio global, quesimbolizahasta ahora el triunfo de la guerra sobre la paz.
La diplomacia mundial, de vez en cuando, se despliega en encuentros y resoluciones, junto con declaraciones de sus representantes que cada vez lucen más banales, ante la opinión pública internacional.
Desconcertantes, ambiguas y, sin sentido, pero explicable a la luz de las relaciones y el juego de poder, alrededor de la hegemonía.
Según algunos analistas, la posición de Estados Unidos frente a Corea del Norte nunca había llegado a los extremos de hoy. Preocupante, que luego de finalizada una guerra entre ambos países, sesenta años de por medio, la negativa a firmar un acuerdo para el cese de hostilidades e iniciar un proceso de negociaciones, no se haya producido. Bajo la administración de Bush, se concibió la política exterior que definió el denominado “Eje del Mal”.
La lista incluyó a Pyongyang y otros países. En la práctica, significaba una suerte de “reserva de dominio” o aval para agredir e invadir, en nombre de la defensa contra el terrorismo, a cualquiera de estos países.
Cuando no, en nombre de la libertad o de la democracia, bajo la doctrina de “destino manifiesto”, en su condición de “gendarme del mundo”. Promovió, igualmente, las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin descontar, el apoyo y la instalación del sistema antimisiles en Corea del Sur. Ante la mirada expectante de China, el discurso de Kim Jong-un, digno heredero de su padre, también exalta la amenaza que significa EEUU para la supervivencia de su país.
Lo que viene ocurriendo en el Oriente Medio causa asombro. “Acontecimientos en pleno desarrollo”. La manera cómo se mueven las piezas en el escenario internacional impresiona. Qué decir del caso Turquía. Sin ir muy lejos, en Colombia, el expresidente, actual senador, Alvaro Uribe y su partido Centro Democrático se oponen al proceso de paz.El mundo dejó de ser ancho y ajeno, (Ciro Alegría, dixit). Es una mezcla letal de terrorismo, guerra y diplomacia.