En el collage gráfico que van siendo estos años de espejismo revolucionario y tragedia socialista, hay imágenes que van marcando un punto de inflexión, cuyo verdadero impacto de seguro se apreciará en toda su magnitud en los próximos años. Un mar de gente cruza la frontera desde el Táchira hacia Colombia. Buscan comida, productos básicos, aceite, harina, champú, jabón, medicamentos. ¿Sólo eso? Buscan un respiro a esta asfixia que vamos siendo. Buscan también un instante de libertad. Libertad para comprar y escoger aquello que se necesita y o sencillamente lo que se quiere. Acaso un escape a la normalidad. Al abastecimiento. Un vistazo a la comprobación de que una economía puede funcionar cuando no existen regulaciones o intervencionismos, o cuando producir y hacer empresa constituyen una lícita posibilidad de crecimiento y oferta, y no algo delictivo o criminal que, desde el gobierno, busca exterminarse.
El drama humanitario que se vive en Venezuela, en la guerra no declarada pero en desarrollo de la élite gobernante hacia las bases materiales, económicas, institucionales, sociales y morales que sostienen a nuestra sociedad, exhiben episodios cotidianos de protestas, de malestar, de angustia y dolor, de hambre, de escasez, de colas, de muertes a causa de medicinas que ya no se consiguen o insumos que ya no existen o están agotados, de hospitales a oscuras y derruidos por la corrupción y desidia oficial. La conducta de personeros oficialistas no deja de ser digna de un manual de psicopatía o de profunda disociación, o de simple burla y mentira, al pretender ocultar una realidad inocultable que está afectando cada día a más venezolanos.
Analistas y especialistas hablan de una transición que está en pleno desarrollo. La opacidad alentada por el gobierno, y por la represión y el miedo en tanto presiones de censura y amedrentamiento, impiden conocer en términos reales la magnitud de la actual crisis fiscal, económica, sanitaria, del endeudamiento, de lo robado y saqueado, y también de las acciones, malestares, acuerdos y desacuerdos que a lo interno de los grupos de poder se están dando a estas horas. Si por transición se entiende ese tránsito difuso o nebuloso entre algo que está muriendo pero no termina de morir, y algo nuevo que está naciendo pero no termina de nacer, sin duda y en términos generales, aplicaría a la coyuntura actual.
El gobierno de Nicolás Maduro es una suerte de simulacro de gestión, un amago de administración que parece haber terminado por traspasar su exigua autoridad al poder militar. ¿Tendrá tinte militar los cambios que puedan venir de ahora en adelante? ¿Bloqueará el nuevo gobierno militar la continuación de los trámites de cara al proceso revocatorio? ¿Aumentará la presión de la oposición política en particular, pero también de la democrática, gremial, ciudadana y de lo que queda de sociedad civil en general hacia el cambio político y constitucional? ¿Serán la economía, el hambre, la escasez, el drama humanitario, y no la política, o la negociación, los desencadenantes del cambio?
Demasiadas preguntas y pocas respuestas hasta ahora. Mientras tanto… una imagen se hace reiterada y sostenida. En colas. Para todo y por todo. Hileras de gente. Colas. Un tumulto. ¿Se cansarán algún día de hacer cola?
@alexeiguerra