En el contexto de los 200 años de su muerte física, el 14 de julio, en la cárcel de La Carraca, en la ciudad de Cádiz, España.
Paradojas de la vida, muere el mismo día de la Toma de la Bastilla que da inicio a la revolución Francesa, a la que sirvió y como muestra su nombre se puede leer en el Arco de Triunfo. Pero en realidad más que su muerte física deseamos referirnos a «algunas muertes» de las que fue víctima. Desde su turbulenta niñez y juventud cuando su familia y él fueron desconocidos por la sociedad mantuana de la época, por ser ellos blancos de orilla. Por este desconocimiento y marginamiento sale muy joven a España con pretensiones de hacer una brillante carrera en el mundo militar, la cual si bien al final logró no le fue nada fácil. Desde un inicio tuvo trabas para entrar al ejercito Español, pero luego de ser aceptado, poco fueron reconocidos sus méritos y luego perseguido y acusado de traidor. Después vino su brillante carrera en Rusia, Francia e Inglaterra y Norteamérica, países en los cuales fue protagonista fundamental en la vida política de esas naciones, sin embargo paradójicamente siempre recibió como recompensa la desconfianza de ser espía del reino Español.
Lo más importante para estas naciones, es que propone desde 1781 su proyecto de liberación del continente americano sin contar con el apoyo de ninguno de ellos, por el contrario varias veces engañado y traicionado.
Como un Quijote se lanza a la aventura libertaria contando con la poca ayuda que le pudo brindar Petión en Haití. En Venezuela se encuentra nuevamente con el desconocimiento de la población que creyó lo apoyaría, sin embargo en su retiro en Londres pendiente de los acontecimientos, luego de la invasión napoleónica a España, en 1808, esperó hasta la llegada de los desconfiados encomendados: Simón Bolívar, Andrés Bello, y Luis López Méndez, pero a su regreso a Venezuela, después de cuatro décadas, es recibido con la misma desconfianza con la que lo habían despedido los mantuanos en 1770.
La historiografía poco aclara los difíciles momentos suscitado en 1812 con la capitulación y la entrega de Miranda a los españoles por parte de sus propios aliados patriotas y la caída definitiva de la primera República. ¿Quienes fueron los traidores?: ¿Miranda al Capitular o quienes lo entregaron para su muerte a los españoles?
Luego viene la otra muerte de Miranda, la de sus propias contradicciones en los terribles momentos de su encarcelamiento y malos tratos, casi disculpándose ante el imperio español por los errores cometidos, lacerando su trayectoria de lucha proindependestista y su propia dignidad humana, hasta llegar a su muerte el 14 de Julio de 1816, pero asesinado más aún en el desconocimiento de sus contemporáneos. Esta última muerte de Miranda continúa, a pesar de los reconocidos intentos de resucitarlo en nuestra memoria colectiva, ubicándolo como una de las más grandes figuras de nuestra nacionalidad y de nuestros más grandes representantes a nivel mundial. Es necesario revivirlo en nuestro pensamiento y aunque parezca contradictorio, en este sentido mucho contribuiría el definitivo hallazgo de sus restos y traslado a la tierra que lo vio nacer y la que inspiró su vida.