Leo que a Francisco de Miranda le otorgaron el grado de Almirante en Jefe post mortem. A alguien que tiene doscientos años de muerto y que ha sido el Generalísimo durante toda nuestra historia republicana, ¿qué diantres le aporta el tener un nuevo rango? Creo que más bien le quita, viendo con quienes comparte la nueva jerarquía…
Cuando suceden esas cosas, me pongo suspicaz. Primero, porque me resulta incómodo que nuestros próceres que dieron sus vidas por nuestra libertad sean homenajeados hoy por quienes nos la cercenan. Miranda en particular, que detestó el bochinche, se volvería a morir si viera cómo estamos en Venezuela. Segundo, porque siempre pienso que esos actos son para tapar hechos dolorosos, hechos que dan vergüenza, hechos que involucran dolo y latrocinio. Tercero, porque estoy segura de que es el preámbulo para ascender post mortem a otros… ¡ufff!
Tampoco me cuadra que el gobierno del país que lleva el adjetivo de «bolivariano» honre al hombre que entregó Simón Bolívar a los españoles, para que muriera, como se condolió Maduro, solo y abandonado: «Hoy es un día especial 200 años de la partida de un grande, un mártir, un fundador, a veces uno ve el destino de hombres tan grandes como Francisco de Miranda y lo siente en su último momento, en su último aliento”.
El caso es que como no hay pan, esto se ha convertido en un circo. Aquí vivimos de payasada en payasada, donde en vez de que el pueblo se ría de sus gobernantes -lo preferible, como dijo Carlos Soublette- son los gobernantes quienes se burlan de nosotros. En cada declaración, en cada acto, en cada decisión. Somos esclavos de un gobierno que decide todo lo que concierne a nuestras vidas: qué comemos, cuándo comemos, cuándo y dónde lo compramos, qué remedios tomamos y qué remedios dejamos de tomar, a qué tenemos derecho y a qué no… Un gobierno que no toma medidas en contra de la inseguridad que nos agobia. El mundo llora hoy los 84 muertos en el atentado en Niza, pero nadie dice de los asesinados diariamente en Venezuela. Todo muy lejos de Miranda y sus afanes libertarios.
Por eso no hay que darle ningún grado a Miranda, que ya de sobra se ganó su gloria. Honrar su memoria sería cambiar el rumbo del país. Pero para eso se necesita un Almirante en Jefe, y ésos, por aquí, la verdad es que no fumean…