¿Cuántas veces en nuestros hogares, en la cola, al ver un abuso, por teléfono, al hablar con una amistad o en otra situación nos expresamos con rabia? Bien sabemos que algunas discusiones pueden tener efectos catastróficos. La mayoría de las veces es debido a la incapacidad para controlar los sentimientos de ira.
Normalmente bajo el efecto de esta solemos acabar diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos. Por esta razón, si el conflicto ha creado un nivel de tensión muy alto, es mejor esperar a discutir en un momento más adecuado, es decir, más tranquilo.
Pelearse a gritos, dando golpes o utilizando la violencia es destructivo tanto para la propia persona como para la relación que mantiene con quien ve su espectáculo. Por esta razón, conviene evitar las disputas excesivamente viscerales. Si solemos recurrir a ellas en momentos críticos, conseguiremos perder nuestra credibilidad ante los demás. Por otro lado, cabe pensar que la imagen que los otros tendrán de nosotros al vernos reaccionar de este modo nos puede perjudicar o, como mínimo, desagradables.
Discutir por motivos insignificantes es una pérdida de tiempo. Pelearse por temas que necesitan una reflexión es un gran error. Porque para resolver los problemas, siempre hay mejores vías que los gritos y alaridos. Nunca puede llevarse a cabo una discusión constructiva si se pronuncian palabras hirientes, tajantes y bruscas.
Recuerda que no por gritar mucho vamos a conseguir lo que deseamos. Esto puede pasar en alguna ocasión en concreto, pero no siempre. En el caso de que una discusión no pueda evitarse hay que tener en cuenta:
1. Nunca te vayas dando un portazo para zanjar la riña. Es de muy mala educación y una reacción bastante infantil.
2. No luches constantemente por tener la última palabras. Es un signo claro de que no pones nada de tu parte por solucionar el problema, pues has convertido la discusión de un tema en una cuestión personal.
3. Evita los actos de orgullo. Tu interlocutor no es un adversario.
4. No uses palabras hirientes, insultos ni malos modales.
5. En ningún caso hagas uso de la violencia
6. No recurras ni a la amenaza ni a la intimidación.
7. No discutas por discutir: no lleva a ningún lado.
En cuanto a esas discusiones que a veces surgen de un modo inevitables, conviene:
a) No discutir con nadie en público cuando se hace delante de otras personas, cada uno querrá decir la última palabra para quedar en una posición más ventajosa ante los demás.
b) Evita las discusiones por teléfono: puedes exponerte a que tu interlocutor te cuelgue. Por otro lado, si hay gente que te escucha, tanto tu interlocutor como tú pueden hablar de un modo poco espontáneo y la conversación se puede frustrar.
Todas estas recomendaciones nos convencerán que estamos cometiendo muchos fallos en nuestras relaciones interpersonales, es bueno parar y reflexionar cómo podemos mejorar nuestra forma de ser y por ende nuestra comunicación con los demás. ¡Pendiente con esto!