El dogmatismo es para el gran pensador alemán Enmanuel Kant, “la posición que cultiva la metafísica sin haber examinado antes la capacidad de la razón humana para tal cultivo.” Es una forma de promover el inmovilismo de las ideas, los pensamientos, las acciones o los cambios necesarios en la sociedad.
El dogma es contrario a la discusión, al contraste de visiones, a la corrección y revisión permanente para adaptarse a los cambios y poder seguir avanzando en torno a nuevos conceptos surgidos a partir de creación de experticia, combinando experiencias y teorías que soportan la direccionalidad de los procesos.
La dialéctica, contraria al dogmatismo, está asociada al movimiento, a los cambios, al constante devenir de nuevas tesis que van teniendo sus antítesis en la dinámica de los tiempos históricos. Este contraste a su vez da origen a las síntesis que se convierten en nuevos patrones, nuevos esquemas que –cuando cumplen sus ciclos- hacen fluir sus contradicciones para dar pasos a nuevos cuestionamientos que generan nuevas alternativas.
El dogmatismo y la dialéctica están asociados a todos los ámbitos de la vida humana; sin embargo, donde más visibilidad tienen es justamente en el tema del liderazgo político y económico de una nación en vista del impacto de sus resultados en toda la población.
Cuando el liderazgo político y económico se soporta en el dogmatismo la discusión de ideas se paraliza y las fórmulas de abordaje de las políticas públicas se mantienen inalteradas. Esto hace que el sistema funcione por algún tiempo -aparentemente en forma correcta- e inclusive con una amplia capa de legitimidad social que favorece el inmovilismo. Pero llega un momento en el cual las circunstancias del entorno son diferentes y la dinámica de la dialéctica, al no obtener las adaptaciones necesarias, va aislando y sobrecalentando el funcionamiento de las instituciones.
En Venezuela lamentablemente nos está tocando ver en este momento histórico la enorme contradicción entre dogmatismo y dialéctica. Por una parte, el presidente de la República y su equipo de gobierno aplicando y reforzando el mismo esquema ideológico en todo el proceso de formulación de medidas económicas cuyo impacto o es mínimo o prácticamente nulo en la consecución de resultados concretos. Por la otra, la activación de la dialéctica con toda su fuerza social en la población exigiendo cambios y restando apoyo y legitimidad al gobierno. Son dos conceptos vivos en plena faena histórica.
La dialéctica obliga a responder de manera diferente. Los mismos esquemas cambiarios. La acentuación de la política de control estatal ahora reforzada y fundamentalmente soportada por la institución castrense. Las políticas restrictivas para la inversión privada nacional e internacional. El relanzamiento del discurso polarizador en el campo político negando al otro. Son elementos, acciones cuyo anclaje ideológico no permite su evolución y cambio.
La consecuencia inmediata de este fenómeno de la acentuación del dogmatismo en la acción política y el abordaje de la situación económica es la deslegitimación constante, abrupta y sobrevenida del liderazgo actual del país. Las encuestas lo vienen reflejando hace algunos meses. No hay ya conexión popular ni respaldo masivo al liderazgo presidencial. Todo lo contrario. La gente cada día se alinea en torno a concentrar las responsabilidades de la situación-país en Nicolás Maduro a quien asocian con la parálisis económica que impacta el día a día de los venezolanos.
Por tanto, la dialéctica se ha activado. Frente al inmovilismo dogmático, la fuerza social está empujando rápidamente a los actores políticos a entablar un proceso de diálogo. La presión social ha ido en aumento sostenidamente. El número de protestas del primer semestre de este 2016 según el Observatorio de Conflictividad Social supera las tres mil. Esto representa un aumento significativo del veinticinco por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior. Las señales las apreciamos todos los días y en todo el país. Todo a nuestro alrededor nos muestra el amplio deseo de cambio que tiene la gente en Venezuela.
Aún en medio de los insultos y las negativas a dialogar que presenciamos a diario en algunos medios de comunicación, la fuerza de la dialéctica está activada y cercana al punto de ebullición. El liderazgo dogmático va a ser superado una vez más. Quienes sigan en posiciones cerradas se verán devorados por la exigencia de cambios. “El mundo se mueve” dijo alguna vez Galileo Galilei, parafraseándolo, podemos decir que hoy en día: “Venezuela se está moviendo”.