Los medios serán actores políticos mientras estemos en democracia.
Esto es parte de los excesos mediáticos en el ejercicio periodístico, principales críticas de las que son objeto los periodistas en una sociedad fracturada por la polarización.
La sociedad está polarizada, pero ellos tienen que tratar de ser imparciales. Las protestas fluyen a su alrededor, pero ellos tienen que ser ponderados; a su alrededor hay quien miente y desinforma, pero ellos tienen la obligación de verificar cada una de las palabras que emiten.
Los periodistas y los medios de comunicación para los que trabajan reciben hoy condenas o bendiciones, pero todos saben que no están ajenos a las pasiones que estremecen al país.
Precisamente, hay que reflexionar sobre las acusaciones de que son objeto los medios de comunicación en medio del calor de la política, comenzando por puntualizar que los ciudadanos necesitan en una sociedad “democrática” de un acceso libre, plural y oportuno a la información, sin tutela de gobierno ni corporación alguna.
Se ha criticado que los medios hayan asumido un papel como actores políticos, pero ocurre que en democracia lo son efectivamente, mientras que en una dictadura son portavoces de una sola voz: la del partido gobernante.
Un justo reclamo que podríamos hacer a los medios es la calidad, que no confundan política editorial con política informativa y que sean conscientes del derecho a la información.
Hay que revisar la vocación periodística antes de preguntarse si realmente se está ejerciendo el periodismo en Venezuela; ha habido excesos contra los periodistas, pero también hay excesos contra el lector, contra el televidente.
Se requiere hacer un llamado a discutir acerca de la manera de adjetivar, pero también acerca del lenguaje que maquilla los hechos; no hay hambre sino pobreza crítica, no hay golpe de estado sino vacío de poder.
La publicidad se ha puesto por encima del periodismo y los noticieros están contaminados del lenguaje de la propaganda. Es necesario defender el derecho a estar en el medio, a tener posiciones imparciales frente a lo que ocurre; los psicólogos sociales han venido alertando sobre la polarización que ha fracturado al país; hay un estrechamiento perceptivo, una tendencia a simplificar la manera como se ve la realidad; hay dos polos con una fuerte carga emocional y cierto fanatismo; no hay mayor capacidad para la reflexión. Es un ambiente de hostilidad en el que la tolerancia tiene poca cabida.
Algunos medios dejaron de ser una institución para ser monotemáticos, cuadrados con uno de los polos. Pasaron de informar a opinar y las raíces del conflicto es que el país no está frente a una mera confrontación, sino frente al fin de una era política que no logra morir y el nacimiento de una nueva era que no termina de nacer.
Lo que tradicionalmente eran las instancias de equilibrio han perdido su papel. La democracia existe porque se lograron aparatos que, malos o buenos, estaban diseñados para el ejercicio de la política.
La crisis ha hecho que la iglesia, las organizaciones no gubernamentales, las cámaras empresariales, hayan perdido su neutralidad y de eso no han escapado los medios; en la sociedad “sui generis” que ha nacido, no hay nadie que pueda tener una distancia más o menos veraz de lo que está ocurriendo, además hay una pérdida del valor de la palabra.
Quienes practican un periodismo polarizado, se escudan en afirmaciones como que el país está bajo una dictadura o bajo una democracia. En esas condiciones hay que preguntarse si el periodismo está suspendido. El dilema de los medios es cómo no ser juez y parte. O cómo seguir insistiendo para preservar su credibilidad en medio de las circunstancias actuales. Valor y pa´lante.