Fortunato Orellana: Refugio de inocencias maltratadas

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La niñez en Venezuela se aleja de la alegría normal de esa etapa de la vida. Inciden quiebres dentro del núcleo familiar, combinados con situaciones externas capaces de opacar su desarrollo.

Para rescatar el brillo de pequeños y jóvenes en riesgo existen instituciones como la casa de abrigo Fortunato Orellana adscrita al Servicio de Atención Integral al Niño, Niña y Adolescente (Saina) Lara.

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Centenares de menores de edad pasan anualmente por este recinto. Pero, por estos días, 24 permanecen en la institución mientras una familia sustituta los adopta o encuentran dentro de su grupo consanguíneo una mejor calidad de vida.

“La casa abrigo fue creada para todos los niños en situación de calle, riesgo social y maltrato. Nosotros atendemos este tipo de población y lo que buscamos alcanzar es la reinserción con familiares o con familias sustitutas”, explica la directora de la casa de abrigo Fortunato Orellana, Daniela Vásquez.

Proceso de recuperación

El equipo del Saina compuesto por psicólogos y trabajadores sociales tiene la misión de poner las primeras vendas sobre una herida, que más allá de ser corporal, marca la vida.

Allí cumplen una “medida de abrigo” de 30 días y si en ese tiempo no se consigue una “familia extensiva” pasan al Tribunal de Protección por seis meses, período durante el cual se estudia el caso junto con el Consejo Protección y, después, si se mantiene la misma situación pasan al Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idena), donde los insertan en el programa de familias sustitutas.

Por políticas internas del Saina, se tiene establecido que durante la etapa de la adolescencia los jóvenes estén divididos por género en cada uno de los albergues. De allí que en la casa Fortunato Orellana solo convivan hembras.

Ellas, un grupo de 14 muchachas de 12 a 18 años de edad, se capacitan gracias a cursos organizados en alianza con organismos como el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces) y el Centro Educativo de Capacitación Laboral (Cecal).

Adicionalmente, su salud y bienestar es vigilado a través de los servicios de medicina general, odontología y ginecología, informa la directora de esta dependencia del Saina.
A los niños se les ofrece los mismos beneficios durante el lapso de convivencia y, además, continúan su formación educativa regular.

Para atender el impacto psicológico, un equipo se encarga de evaluar uno a uno cada caso. Primero, mediante entrevistas con el niño o la adolescente y, posteriormente, con los padres para verificar y desechar datos.

En el proceso de ahondar en los posibles efectos adversos que sufran los menores aplican instrumentos psicológicos para obtener el primer diagnóstico útil para estructurar el informe, tal como lo explicó la psicóloga Joancely Álvarez.

Este examen inicial permite, de igual forma, hallar las principales debilidades de los niños y adolescentes y, de acuerdo a las manifestaciones de cada uno, referirlos a especialistas como psiquiatras o psicopedagogos.

Una vez detectados los factores negativos y con una primera impresión sobre el origen de las conductas, abundó Álvarez, elaboran planes de intervención para tratar cada caso, orientados a la madurez, el grado cognitivo, emocional y el nivel de aprendizaje.

Conductas frecuentes

La casa de abrigo está abierta para menores en situación de calle, riesgo social y maltrato. Este último representa el grueso de las razones de los ingresos. Así lo refiere la experiencia laboral de Álvarez en la institución.

“Por lo que he notado tiene mucho que ver con la crianza que los padres le han dado a los hijos. Las familias disfuncionales también influyen. Cuando se crían solo con la mamá, con el papá o con los abuelos y no los saben tratar”, asoma la experta acerca de la raíz de este tipo de problemas.

En el tratamiento de las adolescentes la psicóloga María Castellanos ha identificado la dificultad para cumplir las normas la conducta más recurrente, la cual se debe a múltiples factores. Entre estos haberse criado con una familia disfuncional, con padres incapaces de establecer normas, define Castellanos.

La protección es el horizonte. Por eso, recordó la directora de la casa Fortunato Orellana, hay casos como el de una joven de 19 años, cuya madre se declaró incapaz de criarla. En este caso, la juez determinó que no le darían autorización de salir para evitar que corra peligro en la calle.

Alerta de aumento de violencia

El informe de 2015 del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), una organización cuyas acciones están dirigidas a la defensa y promoción de los derechos de los niños y adolescentes en Venezuela, recoge que ese año los hechos por violencia contra menores aumentaron un 18 por ciento, con relación a los registros de 2014.

De los 15.398 casos analizados a partir de noticias publicadas en 37 periódicos de circulación nacional y regional, el mayor porcentaje (39,26 por ciento) corresponde a violencia social, es decir, “actos que tienen origen en la sociedad y en la mayoría de los casos se manifiestan de modo interpersonal, donde se pone en riesgo la integridad física, psicológica, económica y/o moral de las personas”, como se define en el documento.

A su vez, cuando se divide los casos de violencia social por tipo de delito 60 son por niños, niñas y adolescentes en situación de calle.

Historias que marcan

Para ambas psicólogas, cada historia escuchada y atendida en la casa de abrigo Fortunato Orellana es especial porque guardan características distintivas.

Álvarez ha logrado enriquecerse con cada caso y ha aumentado sus ganas de ser mejor profesional: “Todos tienen algo que te sensibiliza y que sientas ganas de ayudar y aportar lo que uno pueda, porque a veces las condiciones o los recursos no lo permiten”.

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