La hidra mitológica es un monstruo de siete cabezas que se reproducen cuando apenas se corta una.
En 1998 el doctor Freddy Ganteaume publicó “La hidra vandálica”, historia novelada de la Guerra Federal, que describe tiempos en que saber leer y escribir podía costar la cabeza en algunas partes de una Venezuela montaraz y semisalvaje.
Aplica también a la actual situación política, económica y social, donde una hidra vandálica se ha vuelto a apoderar del país.
Algunos personalizan el fenómeno, achacando todo al difunto mandatario, otros se lo endilgan al sucesor; y aún otros quieren identificar la realidad actual con ideologías o etiquetas políticas. El drama no es de un solo nombre o ideología.
El “ismo” que hoy nos arrasa tiene profundas raíces históricas y podría denominarse “Boves-ismo”, pues su primera manifestación fue liderada por el caudillo popular José Tomás Boves en los albores de la Independencia.
Se trata de un primitivo compendio de odios de clases y razas, resentimientos ancestrales, profundas envidias, y cerril xenofobia, que desemboca en virtual anarquía.
El mal no es exclusivamente venezolano: El Libertador y todos los próceres fundamentales de América lucharon denodadamente por domeñar esa bestia, que renació aquí en la Guerra Federal y asomó su cabeza en distintos exabruptos a lo largo de la historia.
El prolongado brote actual es un nuevo episodio de aquello que el eminente Rómulo Gallegos caracterizó como una constante lucha entre la civilización y una barbarie que acaba de profanar su propia tumba.
La figura de hidra es clave para comprender que tener un referendo revocatorio en fecha anterior al 10 de enero del 2017 no es un mero capricho de quienes adversan al actual régimen: Nada se resuelve poniendo al actual ocupante de Miraflores como chivo expiatorio sin remover también las múltiples cabezas y charreteras que se han apoderado del Ejecutivo, sin más credencial que un ostentoso culto hacia un caudillo desaparecido, en cuyo nombre pretenden gobernar.
La barbarie no se erradica con más barbarie, y por suerte en la historia de Venezuela la civilización ha tenido la misma tenaz persistencia que su ancestral contrincante. Además, la Constitución empodera a la ciudadanía para encausar el actual conflicto civilizadamente y por vías pacíficas y democráticas.
El mecanismo revocatorio es más que un instrumento legal, es un medio político idóneo. No se trata de sacrificar un solo hombre sino de transformar sin violencia un sistema fracasado que nos precipita aceleradamente al caos. De lo demás se puede dialogar.