El ex mandatario colombiano Álvaro Uribe, sin decirlo directamente, rechazó el miércoles la invitación de reconciliación que la víspera le hizo el presidente Juan Manuel Santos.
«Parecería inútil invitar a un diálogo para notificar lo resuelto», escribió Uribe en su cuenta de Twitter desde Roma.
El martes, Santos reveló que le había enviado una misiva a su predecesor en la que le dijo que «decidí escribirle esta carta para invitarlo, desde el fondo de mi corazón, a que nos ayude, con su indiscutible liderazgo y sin abandonar su independencia crítica, a aprovechar la oportunidad única de paz que se abre a los colombianos y producir así el cambio que nos lleve a un futuro mejor para todos, en especial para las nuevas generaciones».
Uribe, actualmente congresista, es el principal crítico de la gestión de Santos y del proceso de paz que su gobierno adelanta en La Habana con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para tratar de poner fin a más de 50 años de hostilidades entre las partes.
El expresidente también tuiteó ccque «cuando el crimen es campeón, el perdón y la reconciliación corren el riesgo de no ser sinceros y la paz sin justicia corre el riesgo de no ser paz».
Uribe, que gobernó de 2002 a 2010, ha dicho reiteradamente que el gobierno central premiará a las FARC con impunidad. El Ejecutivo siempre ha negado dicho señalamiento.
En concepto del senador Iván Cepeda, del izquierdista Polo Democrático Alternativo, «la paz se hará con o sin Uribe. Eso está claro. En Colombia no vamos a esperar que Uribe tenga la deferencia de permitirnos hacer la paz».
En diálogo telefónico con The Associated Press, Cepeda destacó que Santos haya invitado a Uribe a la reconciliación pese a que, según sus palabras, siempre ha recibido un portazo en la cara de parte del ex mandatario.
Pero de acuerdo con Vicente Torrijos, analista político y profesor de la bogotana Universidad del Rosario, aunque finalmente se firmará un acuerdo de paz entre Santos y las FARC, «lo más importante en una democracia es la disidencia, el pluralismo y el juego de contrapoderes. Eso significa que buscar el ‘unanimismo’ no es exactamente el verdadero espíritu de una democracia».