El cuatro y la tinaja gigante son dignos representantes de la ciudad barquisimetana; dándole a la bienvenida a propios y turistas que vistan la entidad larense, imponiéndose en un parque que era anhelado de recorrer; pero ahora la historia es otra.
El Cardenalito del este desde hace un tiempo sufre del descuido, tanto de los organismos competentes del mantenimiento del mismo, como de los ciudadanos que lo visitan y no hacen más que empeorar sus instalaciones.
Lo que solía ser un lugar de esparcimiento, ahora se convirtió en una manera de cortar caminos para algunas personas que habitan en la zona; vía que muchas veces es indeseada debido a la inseguridad que ahora reina en la misma.
Conocido es el hecho de que sus luminarias fueron robadas, así como el cableado para el funcionamiento de las mismas, dejando a la vista los agujeros que se hicieron para hurtar tales materiales y por supuesto: impidiendo tener una iluminación adecuada que le brinde siquiera la comodidad a los visitantes del parque, de observar el camino que recorren.
Cientos eras las personas que cada mañana y tarde acudían a realizar ejercicios, pero ahora son pocos. Apenas el gimnasio y la línea de taxi que se ubica en la zona baja se mantiene funcionando.
El puesto de vigilancia fue otro que sufrió del abandono, en el amplio espacio lleno de enormes árboles, no se encuentra ni un funcionario de seguridad que se encargue de salvaguardar la zona.
El cafetín y la heladería son dignos de una película de terror cuando el sol cae. En sus fachadas se expone la dejadez, así como los actos vandálicos de quienes se hacen llamar ciudadanos y rayan, muy por fuera de lo considerado arte, aquellos espacios públicos que se supone, deberían ser cuidados como propios.
De hecho se muestra cómo el hampa intentó tomar el cafetín, suponiendo que fue tanto el temor sembrado que incluso se llega a ver aún las mesas y sillas que solían ser ocupados por quienes visitaban el parque para ver los atardeceres o simplemente disfrutar del aire libre.
La jaula en donde se mantenían diferentes especies de aves, entre ellas cardenales; ahora solo es el depósito de aquellas luminarias partidas. Ningún animal está en tal espacio, ni siquiera las ratas que en un tiempo lo habitaron.
A la distancia se ve cómo los organismos correspondientes tampoco hacen lo propio, dejando así que tanto la grama como el monte crezcan sin pudor. En un intento por recoger las hojas del parque, las mismas fueron dejadas en el medio de las caminerias, así como las papeleras, a pesar de la falta de afluencia de visitantes, están a desbordar.