La siembra del petróleo

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A 80 años de una consigna

Desde que surge la industria petrolera en Venezuela y el Estado asume la responsabilidad de administrar los recursos correspondientes (impuestos y rentas) se generó toda una discusión sobre cuál debía ser el destino de los mismos. Anterior al 14 de julio de 1936, cuando en un editorial del diario Ahora, Arturo Uslar Pietri utiliza por primera vez la consigna Sembrar el Petróleo, ya había un tratamiento exhaustivo de este tema.

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En Venezuela hemos tenido dos visiones enfrentadas sobre el petróleo, una visión capitalista, como la manifiesta Arturo Uslar Prieti, que considera al petróleo como un capital, nuestro capital que se está agotando y es necesario reinvertir exclusivamente en actividades productivas y que el gasto público debe cubrirse con los impuestos que se le cobra a la clase dominante. Por el contrario existe la visión populista que nos señala que el petróleo antes que todo debe servir para saciar las necesidades del pueblo venezolano: alimentación, educación, salud. Sin embargo ambas visiones han funcionado en Venezuela.

En la práctica, ni se le dio solo un destino productivo a la renta a través del gasto de inversión ni tampoco se dedicó totalmente a satisfacer necesidades de carácter social: al mismo tiempo que se crean empleos, se aumentaron salarios, levantaron hospitales, centros educativos, planes habitacionales, subsidios alimenticios, entre otros, también se protegió la industria de la competencia internacional con altos aranceles aduaneros, se desarrolló una política crediticia de largo plazo y bajos intereses, se perdonaban deudas, se exoneraban de pagos arancelarios, la casi inexistencia de impuestos y se garantizaba infraestructura e insumos básicos. Así como la sociedad venezolana, en su modo de vida, no es la misma de 1936, tampoco el aparato productivo existente puede entenderse sin el fomento recibido por el Estado.

A mediado de los años sesenta, Uslar Pietri sigue manteniendo una visión más optimista sobre la oportunidad de darle una buena utilización a estos recursos —es decir la “siembra del petróleo”— Pérez Alfonzo toma desde este momento una posición más renuente, la imposibilidad de la siembra del petróleo: la indigestión económica, que luego a nivel mundial se conocería como la “enfermedad holandesa”. Llegó a la conclusión de que la siembra del petróleo era imposible, mientras que siguieras obteniendo ingresos sin producir, para lo cual no estábamos preparados, que nada tiene que ver con nuestra capacidad de producción, sino del aprovechamiento y especulación de la renta absoluta que cobramos por ser dueños del petróleo.

Pérez Alfonzo opina que la única forma de dejar de depender de la renta petrolera es cuando esta se termine, ya sea por agotamiento de nuestra reservas, que con los últimos descubrimientos de petróleo pesado contamos para 600 años, o porque surjan sustitutos del petróleo a nivel mundial, lo cual parece improbable en las próxima décadas y la otra es que nuestros propios gobernantes decidan racionalmente ir disminuyendo la producción petrolera, lo cual parece aún menos probable.

Esto ha sucedido con deportistas, con quienes reciben herencias y lo que nos pasa tradicionalmente cuando recibimos un bono especial como trabajadores, que se gasta de inmediato en consumo y no en inversión y ahorro, como dicta la racionalidad capitalista. Igual sucede cuando tenemos un hijo que a los 25 años de edad ni trabaja ni estudia, pero que seguimos cobijando, alimentando y dándole todos los gustos, lo cual nos va a garantizar que tendremos un vago para toda la vida. En Venezuela se trabaja, no hay la menor duda, pero no hay ni producción ni cultura del trabajo, ni de la inversión ni del ahorro.

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