Para los comerciantes informales del centro de Barquisimeto hay pocos imprevistos. Saben prepararse para casi cualquier eventualidad y la lluvia figura en la lista. Pero, pese al equipamiento con coberturas de plástico y asegurándose de que los toldos no tengan desperfectos, hay factores que no pueden controlar. El movimiento de los clientes cuando las precipitaciones arrecian es uno de estos.
Por eso, ayer cuando el cielo se despejó, pudieron sacar cálculos sobre la cantidad de pérdidas económicas registradas durante el día. Para Josué Torres, un vendedor de frutas cuyo puesto está situado en la carrera 28 con calle 21, el descenso de las ventas era notable, pues las cestas de mercancía compradas al mayor el domingo, como usualmente lo hace, no se vaciaron. Para abastecer durante la semana, adquiere 150 kilogramos de frutas. Cuando el clima no interfiere y hay movimiento en la calle puede llegar a vender el peso completo. No así cuando llueve porque despacha entre 70 y 80 kilos.
La misma observación la tuvo Jorge Durán, encargado de un puesto de batidos ubicado en el mismo trecho. “Perdemos mucho con la lluvia”, afirmó. Llegó a esta conclusión al contar que ayer vendió solo 10 bebidas y regularmente es más de una treintena.
La interrupción del horario de trabajo, de 08 de la mañana a 06:30 de la tarde, por la lluvia hace que desciendan las ventas, explicó Durán. Ayer, por ejemplo, trabajó la mitad de las horas habituales por las precipitaciones caídas en la mañana y en la tarde en esa zona de la ciudad. Encima, el tipo de producto que comercializa se hace menos apetecible cuando hace frío.
Avería recurrente
A la zona comercial del centro también la afecta daños estructurales que se hacen más notorios con las lluvias, como en la carrera 21 con calle 30 y 31. En ese tramo, el drenaje no funciona de forma adecuada. Por eso, no hay forma de cruzar la calle sin empaparse los zapatos y sin que los carros hagan lo mismo con los locales y los transeúntes.
Hace aproximadamente dos semanas, comentó el encargado de una tienda, obreros de Hidrolara despejaron el desagüe, pero lo dejaron desprovisto de rejillas, por lo cual volvió a taparse con basura. El resultado es una enorme laguna que dificulta la circulación de carros y, a veces, inunda los establecimientos.