Es muy probable que mañana (martes 12) se produzca, por primera vez, un encuentro entre representantes del Ejecutivo Nacional y de la Mesa Democrática de la Unidad, en la cual figurará como principal mediador José Luis Rodríguez Zapatero, ex jefe del gobierno español, quien para tal fin se encuentra desde el viernes de la semana pasada en Caracas.
Naturalmente, este encuentro genera expectativas en el ambiente político, particularmente; y en la población, en general, ya que el objetivo es reconocerse ambas partes y tratarse con respeto, analizar la crisis, buscar formas de solucionarla, abordar el caso de los presos políticos y, desde luego, establecer lineamientos para unas relaciones interinstitucionales, que no han existido desde que la oposición abrumadoramente ganó las elecciones parlamentarias nacionales y el oficialismo, ya blindado con un Tribunal Supremo de Justicia ampliado y renovado en su Sala Constitucional, ha desconocido leyes y decisiones tomadas por la mayoría de la Asamblea Nacional.
No será fácil concretar un diálogo, como lo ha advertido el propio Rodríguez Zapatero, ni mucho menos pensar cuánto tiempo será necesario para llegar a acuerdos, entre los cuales no está en juego el proceso del referéndum revocatorio del mandato de Nicolás Maduro, porque la solicitud ya fue activada por casi dos millones de personas, de las cuales existe la validación de cuatrocientas mil firmas que representan el doble del mínimo requerido, según la propia resolución sobre consultas referendarias del Consejo Nacional Electoral.
El Dr. Américo Martín, profesional del Derecho, escritor y analista político, el primer orador no oficialista en un acto celebratorio de la Independencia en los últimos 17 años efectuado en la Asamblea Nacional, al ser consultado al respecto por EL IMPULSO dijo: “Es muy probable que se produzca ese encuentro, no obstante el Gobierno tendría que hacer concesiones, que hasta ahora no ha dado muestras de que pueda hacer”.
Entre éstas figura el problema relacionado con la normalización del país, por cuanto en un diálogo productivo se requiere que el país se normalice.
No puede estar normal un país que, por una parte, tiene presos políticos, que el Gobierno se niega rotundamente a poner en libertad y también una gran cantidad de exiliados por disentir de las políticas del régimen. De igual modo, la Asamblea Nacional está mal tratada y desconocida, siendo el poder más importante porque es la representación de todas las entidades federales y su función fundamental es hacer las leyes y ejercer el control de la cosa pública. Se ha venido, por tanto, desconociendo el principio de legalidad -que implica que todos estamos sometidos a la Ley – es el signo universalmente reconocido como el signo característico del Estado de Derecho.
Por otra parte, está la gravísima situación económica y social del país. El Gobierno tiene que tomar en serio este problema. Persiste en seguir buscando excusas para no asumir su responsabilidad. Aunque ha disminuido la referencia chistosa a la supuesta guerra económica, todavía hay propaganda del Gobierno, tratando de decir que lo que ocurre en Venezuela no es un fracaso de su modelo sino que es la consecuencia de una guerra de sus enemigos, etcétera, etcétera; es decir, el Gobierno tiene que disponerse a hablar con seriedad y no a hacer un diálogo diversionista, para ganar tiempo y dar a entender a la comunidad universal que sí se está preocupando por el país. Tiene que estar dispuesto a hacer concesiones inmediatas y urgentes, porque la situación lo reclama de esta manera.
Creo que, afortunadamente, está descartado una cosa innegociable como es el referéndum revocatorio por razones obvias: esa consulta no pertenece al grupo que lo promovió, a Henrique Capriles, a la Mesa de la Unidad Democrática, sino que pertenece al pueblo que firmó la solicitud para que se haga como lo establece la Constitución. Ese es el dueño del referéndum ahora. Tendría entonces que consultarse la opinión de 2 millones de personas para saber si están dispuestas a renunciar al referéndum revocatorio. Todos sabemos que ninguno está dispuesto a renunciar, sino a multiplicar mucho más las firmas.