Crónicas de Facundo: Sobre la ruta del diálogo

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El artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana dispone que, ocurridas alteraciones graves a la democracia dentro de un país miembro de la OEA y recibidas como sean por el Consejo Permanente, las apreciaciones del Secretario General, las medidas a ser adoptadas son de orden estrictamente diplomático: “las gestiones diplomáticas necesarias” conducentes a obtener la “normalización de la institucionalidad democrática” allí donde las instituciones de la democracia se han perdido o han sido desconocidas.

La gestión diplomática, por su naturaleza, enerva toda medida de coacción. Vale decir que, si hay éxito en el fin normalizador, el proceso del artículo 20 se da por agotado. Mas, si no se alcanza, el Consejo Permanente deja su tarea en manos de la Asamblea General de la OEA, que debe insistir en la ruta diplomática; salvo que, por virtud del artículo 21 de la citada Carta, advierta que han sido “infructuosas” esas gestiones y que media una “ruptura del orden democrático”. Así y sólo así, ha lugar a la suspensión al Estado concernido “de su derecho de participación en la OEA”.

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Razón tiene el Secretario Luis Almagro al afirmar, entonces, que se está implementando el artículo 20. Tanto que, de diálogo ya hablan el gobierno como la oposición residente en la MUD.

Es verdad que el expresidente español, J.L. Rodríguez Zapatero se ofrece como mediador motu proprio -Ernesto Samper, aliado del régimen, dice ser su arquitecto y de allí su reclamo a la MUD del 6 de junio pasado, para que acuda al diálogo, mientras que aquél, pudoroso, afirma que el mérito le corresponde a un opositor, amigo suyo- y, lo cierto es que la MUD, final e institucionalmente, le da su bienvenida el 19 de mayo.

Pero ésta le aclara a Zapatero que su iniciativa vale tanto y concurre con la del Secretario de la OEA, la de los ex presidentes Andrés Pastrana y Oscar Arias, y la del Papa Francisco. Y al paso tira de las orejas de Leonel Fernández por especular, desde República Dominicana, sobre avances en el tema económico venezolano involucrando a la oposición, sin haberla consultado.

En todo caso, la MUD afirma algo crucial. El diálogo pretendido es “nacional” y para serlo hay que escuchar al pueblo, y el pueblo lo que pide es respeto a la Constitución, vale decir, acatamiento de su decisión de ir a un referendo revocatorio innegociable.

El 27 de mayo sucesivo la propia MUD le agradece al mundo su mirada. Fija dos focos de atención, el de los ex presidentes del trío Zapatero: Fernández y Martín Torrijos, y el de los otros expresidentes (los 36 de IDEA) -con Pastrana y Arias a la cabeza- quienes, recién, respaldan a Almagro. Pero a la sazón hace un llamado a MERCOSUR, invitándole también a movilizar su Cláusula Democrática. Y el 28 de mayo interpela a Zapatero: “El diálogo necesario es aquel que apuntale y promueva la realización y acatamiento de la consulta electoral”, mediante el referéndum revocatorio, la libertad de los presos políticos, y la admisión de la ayuda humanitaria.

No por azar, entonces, el pasado 31, Almagro invoca el artículo 20 de la Carta. Por lo que el 21 de junio, el régimen de Nicolás Maduro convoca a la OEA para que apoye el “diálogo efectivo” del trío; en la idea errónea, producto de su ceguera, de abortar el pedido hecho por el Secretario de la OEA. La MUD aclara, ese día, que el diálogo ha sido “inexistente”, que ha apoyado la invocación de la Carta, y que sus exigencias, junto al respeto de la Asamblea Nacional, siguen invariables.

No se percatan Maduro ni sus áulicos que el artículo 20 habla y demanda, justamente, de diálogo, de gestiones diplomáticas y nada más.

Logran, sí, la alteración de los factores sin afectar el producto. Acordado el diálogo y asumido por la OEA en su resolución del citado día 21, lo hace esta sobre una premisa que deja escrita: Venezuela vive una “situación” y amerita “la búsqueda de soluciones”. Algo pasa, claramente, así la Canciller venezolana arguya que nada pasa; de donde Almagro, en su instante, dibuja tal “situación” bajo mayoría del Consejo.

En su último comunicado, la MUD, más allá de sus disonancias musicales, se repite sobre la ruta señalada. Vuelve el pasado 7 de julio sobre sus pasos del 19 de mayo.

Diálogo, sí, pero con mediadores de confianza para ambas partes, para el régimen que ya los tiene y para la oposición que reclama de los suyos, incluida la Iglesia y los amigos de la OEA. Diálogo, sí, pero sin secretos, en sede apropiada para ello, obviamente, en Venezuela.

Diálogo, sin lugar a dudas, lejos de propósitos dilatorios de lo innegociable, el derecho del pueblo a la participación mediante referendo, sin que los poderes se atrincheren en formas inútiles o no esenciales, como claramente lo prescribe la Constitución.
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