El Brexit (Bretaña Fuera) fue un rotundo triunfo del nacionalismo británico que nadie ha podido cobrar porque sus estragos fueron tan crueles que devoró a todos sus promotores y colocó a todos los líderes establecidos en el calvario de enfrentar un nuevo camino para el cual ninguno de ellos estaba preparado.
David Cameron quiso aplicar una estrategia para consolidar su ascendencia sobre su partido, el Conservador, convocando un referendo en el cual se daba por sentado un resultado favorable a quedarse dentro de la Unión Europea, pero obviamente el tiro le salió por la culata y dicen los analistas de su país que el epitafio sobre su tumba será: ”Aquí yace el hombre que dividió a Europa”.
Conocida la victoria pírrica (nunca desde su acuñación este calificativo fue tan exacto) del nacionalismo radicalista, Cameron puso su renuncia, pero también su principal contrincante dentro de los Tory, Boris Johnson, uno de los grandes propulsores de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, se hizo a un lado en la carrera para ocupar la jefatura de gobierno, mientras que Nigel Farage, el líder de la ultraderecha nacionalista y quien había hecho una campaña despiadada a favor del Brexit, llegando incluso a mentir sobre las cifra de dinero que su país daba a Bruselas, al conocer los resultados y sus consecuencias desastrosas declaró que luego de “haber salvado” a Inglaterra él se iba para su casa a disfrutar de su familia.
Por el lado de los laboristas el drama de las culpas no ha sido menor y a su líder Jeremy Corbyn más de la mitad de sus correligionarios le han pedido que renuncie a su cargo partidista por no haber sabido defender la opción de mantenerse dentro de Europa. Por supuesto que producto de esta guillotina aplicada al liderazgo establecido también ha rodado la cabeza de Tony Blair, quien actualmente debe andar reflexionando sobre el señalamiento de cobardía que le hizo a la oposición política venezolana por no enfrentar con determinación al chauvinismo venezolano convertido en bandera de lucha contra Estados Unidos y todos quienes defiendan la economía de mercado sobre la cual se afinca su democracia.
Habría que preguntarle al ex Primer Ministro Blair por qué no dijo dentro de su país lo que reiteradamente afirmaba en las capitales de Europa Continental, donde se rasgaba la vestiduras y se tiraba al suelo en defensa del Bremain (Bretaña permanece). La respuesta es la misma que pueden dar los políticos moderados que actúan dentro de cualquier democracia, incluida la venezolana: le tienen pavor a las fuerzas sordas del nacionalismo, las cuales están compuestas de sentimientos atávicos de identificación grupal, se visten de símbolos y leyendas patrióticas, se entrelazan con la soberanía nacional y en conjunto estas fuerzas se constituyen en algo así como la piedra o altar sagrado frente a la cual se debe hacer oblación permanente, sacrificando todo incluida la vida humana.
El Brexit tuvo en Gran Bretaña un triunfo inesperado donde las personas mayores de 45 años les complicaron el futuro a los jóvenes, quienes en un 75% votaron a favor de quedarse. Gano el nacionalismo y perdió Inglaterra y sus principales líderes, la Libra y las bolsas de valores cayeron en picada, Escocia e Irlanda plantean separarse de la Gran Bretaña y reincorporarse a la Unión Europea. Los efectos de este referendo apenas comienzan. Por lo pronto benefició Rajoy y el PP en España y dejó atolondrados a Pablo Iglesias y a Podemos. Pero esto solo está comenzando. Dios con nosotros.