“En la laguna de la indecisión yacen los huesos blanquecinos de quienes se sentaron a esperar y esperando murieron”
Santiago Trujillo, quien fue mi jefe en una de las primeras empresas en las que trabajé, pronunciaba estas cruentas palabras cuando veía a algún compañero o a mí, holgazanear en horas laborables. De él también aprendí las proféticas palabras: “El trabajo siempre recompensa”.
Presumo que los acontecimientos que evolucionan en nuestro país nos exigen, cada vez más, que tomemos decisiones y actuemos perentoriamente. No debemos permanecer pasivos ante una crisis que se profundiza en la medida en que pasan las horas, es decir, su crecimiento es directamente proporcional a la pasividad que embarga a un considerable número de ciudadanos que han aceptado la situación que destroza nuestra calidad de vida de manera avasallante.
La parábola de la ranita se cierne sobre los ciudadanos de forma invariablemente continua; así como el indefenso animalito muere paulatinamente en el agua a medida que se le aumenta la temperatura, así los problemas que aquejan la nación se agravan de la misma manera en que crecen la delincuencia, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, el deterioro de los servicios públicos, la inflación desbocada y, aumentan las horas que tenemos que cumplir con el toque de queda impuesto por el bandolerismo incontrolado.
Tendremos que echar el miedo a la espalda y vencerlo; es imperioso hacer valer las propuestas que conlleven a solucionar la crisis que devasta la república de una manera ominosa, jamás vista; a pesar de haber soportado ya, la Guerra de Independencia; montoneras; incendiarios de caseríos, pueblos y sabanas que al grito de “Tierras y Hombres Libres”, aun siendo esclavistas, según documentos que reposan en el Registro Subalterno de Ciudad Bolívar, tiñeron con negras cenizas gran parte del país; a dictaduras cruentas que no pudieron doblegar el espíritu invencible de nuestra muchachada decidida a preservar la libertad y la democracia conquistada con la sangre de nuestros ancestros.
Somos descendientes de los libertadores del mundo, esto nos diferencia de los nacidos en otras tierras y, es por ello que jamás doblegaremos nuestra dignidad ante situaciones que conduzcan a la opresión, al oprobio, a cualquier ideologización fracasada y desfasada.
Aunque a veces pareciese olvidarse, los venezolanos, aprendimos a volar por encima de las nubes, cuando nuestros ancestros vencieron las fronteras patrias y salieron a dar libertad a los oprimidos; dejaron compañeros, amigos y familiares en los campos de batallade otras latitudes y regresaron al terruño henchidos de satisfacción, como única recompensa de haber tenido la dignidad de expulsar al opresor.
Hemos demostrado, insistente y fehacientemente, que somos ciudadanos curtidos en nuestro espíritu libertario, apegados a la Constitución Nacional, las leyes de la república y a sus reglamentos y así, lo han difundido nuestros emisarios al dejar sus nombres gravados en la historia de países como Estados Unidos o en el Arco de Triunfo, en Paris.
Existen infinitas alternativas pacíficas y democráticas que pueden llevarnos a superar la actual coyuntura creada de manera inexcusable. El dialogo ha sido el final de los peores conflictos pero, ha sido precedido por el respeto entre las partes, el reconocimiento de los errores y desmanes cometidos, y la fijación de objetivos idóneos que conduzcan a la solución de los conflictos
