Se maltrata calidad de vida de mujeres en colas de Venezuela

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Ocho horas se pronuncian con los labios en apenas dos segundos, ¿Verdad? Sin embargo no es lo mismo decirlo con palabras que exponerse todo ese tiempo frente a un local de expendio de comida, mucho más cuando se hace a la intemperie a esperar por alimentos para llevarlos al hogar.

Este rudo procedimiento acá en Venezuela lo sufren principalmente mujeres amas de casa durante esas extenuantes horas, quienes por interés de darles de comer a sus hijos se enfrentan a extremas temperaturas bajo el sol y también a fuertes lluvias, al hambre, a encuentros   agresivos de grupos cuando empiezan a colearse, sin ni siquiera pensar en pedir un poco de protección que preserve sus vidas que quedan a la buena de Dios. Solo les basta armarse de paciencia y valentía.

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La humillación para ellas comienza desde el momento que se ausentan de sus hogares y echan a andar sus pasos en la oscuridad de la madrugada, con la esperanza de encontrar los primeros puestos en la cola antes que aclare el día.

Al llegar a la aglomeración, inmediatamente se mezclan con las angustias de quienes serán sus compañeras de faena, y empiezan juntas con el paso lento de las horas a compartir los mismos martirios e inquietudes propias de las crisis económica que atraviesa Venezuela y que las golpea fuertemente, la cual arropa también a todos por igual con sus devastadores efectos, hoy incalculables.

La calidad de vida de la mujer al día de hoy se redujo al sacrificio de verse obligada a permanecer en la calle en busca de sustento para sobrevivir con su familia, mientras su existencia se desgasta física y psicológicamente. Ya es inevitable.

Del poco tiempo que le queda al declinar el día saca fuerzas de sus escasas reservas y las utiliza para realizar los quehaceres del hogar. Al terminar tarde en la noche, después de haberlo dejado todo limpio y acomodado tras barrer, pasar coleto, lavar los utensilios de cocina, atender a su pareja y dormir a los niños siente que la domina el cansancio y se va a la cama, no a dormir, sino a otro trasnocho.

Es que una inquietante interrogante en su mente no la deja conciliar el sueño que en cuando intenta dominarla y ella, aletargada, se resiste buscando una respuesta: ¿Con qué alimentará a sus hijos apenas amanezca? En tanto, durante el desvelo y el agotamiento que no la vence debe construirse una acertada respuesta para cuando los niños le pregunten a pocos minutos para amanecer porqué a diferencia de antes ahora ella les sirve menos cantidad de comida en sus platos.

Definitivamente, atrás quedó esa anhelada calidad de vida de la mujer que tanto añora regrese. La negativa consecuencia de este drama social constituye para la mujer no tener los minutos    deseados para proporcionárselos a su estética personal, ahora sin sumarle importancia, puesto que actualmente se los destina a las colas, y porque en ella prevalece más el sustento que debe llevarle a sus críos por el sagrado amor de madre, dejando a un lado su apariencia personal que se destrona aceleradamente.

No cuenta ahora el preciado tiempo que la mujer se regalaba en el reciente pasado para acicalarse en un salón de belleza, reparar el cabello maltratado por el sol, retocarse las uñas y los pies. Ya su piel no se presenta como la misma, de aspecto lozano, saludable y vigorosa, hoy quemada por los ultravioletas. La calle es la que define su mustia apariencia.

Esta calamidad le arrebató a la mujer su calidad de vida, que no es otra que satisfactorios niveles de ingresos, comodidades y fácil acceso a bienes y servicios, sin ausentarse por mucho tiempo del calor de su hogar.

El Estado no hace cumplir la ley

Este atentado contra la mujer desvirtúa el afán feminista emitido reiteradamente por el Gobierno en defensa de este género, el cual ha venido pregonándose desde Miraflores bajo el fundamento de la Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Justamente dicha ley alude lo anteriormente expuesto, en el capítulo III, sobre la Definición y Formas de Violencia Contra las Mujeres, en el numeral 4, del artículo 14, al determinar que la mujer es sometida a violencia física en toda acción u omisión que directa o indirectamente esté dirigida a ocasionarle un daño o sufrimiento físico, tales como: «Lesiones internas o externas, heridas, hematomas, quemaduras, empujones o cualquier otro maltrato que afecte su integridad física».

En tal sentido, existen recientes antecedentes de mujeres lesionadas y otras asesinadas en medio del fragor de una cola, sin que ningún ente en materia de género tulele los derechos de estas mujeres. Para citar apenas cuatro ejemplos, es el caso de la ciudadana Zuleima Del Valle Mena, quien recibió un impacto de bala en el cráneo mientras hacía la cola para comprar mantequilla y pasta, en el estado Bolívar. La joven mujer contaba con 34 años de edad.

También, Nancy Pastora Ruiz de Ortega recibió un disparo en el pecho y otro en la región intercostal izquierda, en una cola para comprar comida, durante un operativo de Mercal, en el municipio Guacara del estado Carabobo. Mientras luego de permanecer por horas en una cola en un supermercado de Ciudad Bolívar, una mujer de aproximadamente 68 años colapsó en la acera frente al recinto, debido a una subida de tensión. Fue trasladada al Hospital Ruiz y Páez, donde falleció por un infarto al miocardio.

Otro caso, esta vez en Barquisimeto, el crimen de una mujer que se encontraba en la cooperativa que se instala en la urbanización Ruiz Pineda, y recibió varios impactos de bala en la cabeza que acabaron con su vida de forma instantánea.

Las maltratan cual animales

De manera que para efectos de esta agresión contra las mujeres que hacen colas por una migaja de pan esta ley no se ejecuta a su favor.

Entonces, el Estado se mantiene de espaldas para aplicar esta novedosa ley, frente a los maltratos que reciben las mujeres por parte de funcionarios de la Guardia Nacional y de la Policía, quienes en lugar de salvaguardar su género, en atención a la normativa vigente en comento, por el contrario las obligaran a estar paradas maratónicas horas al sol, sin derecho a quejarse así estén embarazadas o carguen niños en peso, no sin antes estamparles un número en los brazos o colocarles un sello, dándoles un trato de animales, cuando son las personas en la familia dedicadas por entero a la atención de las necesidades de los hijos y del hogar como cabeza visible.

Nunca en Venezuela ninguna mujer se sintió acorralada o víctima de algún vejamen, acoso o golpes por la autoridad, por el simple hecho de aspirar comprar harina, pan, leche, papel sanitario, azúcar, café, pasta, caraotas y sardinas productos de diaria necesidad para la dieta alimenticia que requiere en su hogar.

Se hace esclava para comer

Luis Meléndez, doctor en ciencias humanas e investigador del género femenino en Venezuela afirma para una entrevista en el Correo del Orinoco que la “mujer venezolana es la nueva esclava del siglo XXI”.

Indica que “El Estado antisocialista comete grandes injusticias con la nueva venezolana del siglo XXI”, porque está sobre explotada, es decir, la mujer de hoy en el país debe trabajar, estudiar, atender el hogar y ahora está obligada a un nuevo y denigrante trabajo, las colas para poder comprar el consumo de primera necesidad propio y de su familia.

“La cotidianidad la lleva a estar en la calle determinada por las exposiciones climatológicas y la inseguridad. La mujer tuvo que replantearse su vida y su trabajo. Una trabajadora de servicio doméstico, por ejemplo, deja su empleo porque gana más haciendo una cola y revendiendo los productos. Su proyecto de vida cambió”, acota.

“Ya la venezolana no está buscando proyectos laborales de mejoramiento humano, ese tiempo lo invierte en buscar productos y debe competir con otras mujeres y hombres”, sostiene.

La nueva generación queda marcada

Para el especialista, la situación agresiva contra la mujer venezolana de hoy generará consecuencias en diferentes generaciones porque se afecta la mentalidad de los niños y niñas, ellas son instrumentos que muchas veces usan porque están metidos en el sistema y también van a la cola: “Las niñas están viendo a una mujer irrespetada que tiene que resistir obligada el maltrato que le da el Estado, el supermercado, la calle”.

 

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