Como especie de ruego,o sabedor de lo que viene o se habrá de imponer de forma inexorable, o acaso por ser presa de un delirio ahistórico– la invasión a República Dominicana de 1965 – Leonel Fernández, ex presidente dominicano, pide de la OEA “cierta cautela”al invocar para Venezuela la Carta Democrática Interamericana.
¿A qué viene tal provocación de ánimos y extraña al racional comportamiento de su autor, quien al cabo sabe que la Carta ya se está aplicando?
¿Cautela pide Leonel, a pesar de los 28 niños venezolanos que fallecen cada mes por desnutrición, obra de una crisis humanitaria que no reconoce Nicolás Maduro y provocan sus políticas económicas de corte cubano?
¿Cautela ante la ola represora de un pueblo hambriento, que ejecutan mesnadas o colectivos armados y la pretoriana Guardia Nacional, dejando muertos y heridos a la vera y otros centenares de presos en Oriente y el resto del país?
¿Cautela, mediando un centenar de presos políticos en cárceles de ignominia, 2.000 perseguidos judiciales por razones de conciencia, y 5.853 ciudadanos detenidos por manifestar, desde 2014?
¿Y cautela frente a la rabia popular incubada y la justicia que por manos propias se practica en zonas urbanas, desde enero pasado,dando lugar a linchamientos por decenas y hasta la quema de algunos ladronzuelos de poca estofa, por atacar a marchantes en procura de comida?
Fernández es un hombre bien formado, perspicaz comunicador. De allí el peso de sus palabras. No da puntada sin dedal. No es el grisáceo y melifluo ex gobernante español, Rodríguez Zapatero, de cuyos antecedentes destacan su papel de artesano de la crisis social española, sus negociados de armas con la Venezuela de Hugo Chávez, y su embobada devoción por los hermanos Castro, Fidel y Raúl.
Tampoco esotro Martín Torrijos, habilidoso y huidizo, tejedor de negocios, quien llega a presidente de Panamá luego de fungir como gerente de la multinacional de hamburguesas Mc Donald y explotando su condición de heredero del “Líder Máximo de la Revolución Panameña”, Omar Torrijos; suerte de Hugo Chávez a quien el propio Fidel reivindica en 1998,ante éste, al ungirle como el otro Comandante, y que al igual que el primero fragua como golpista, se hace del poder y lo ejerce como dictador, y los suyos luego atribuyen a sus cadáveres olor de santidad.
Lo único cierto es que todos a uno – Fernández, Zapatero y Torrijos – son los hombres del impresentable Ernesto Samper, Secretario de la Unasur. A nombre de ésta, acompañan las elecciones parlamentarias venezolanas del 6D, como acompañantes del Poder Electoral del régimen.
Son ellos, por cierto, quienes, cuando Diosdado Cabello y los hermanos Rodríguez – Jorge y Delcy– se afanan, en la hora crítica, para revertir la clara voluntad popular que los derrota, le exigen “cautela” a otros expresidentes latinoamericanos, vituperados por el régimen ese mismo día y por demandarle transparencia al organismo electoral.
De modo que, cuando el régimen desconoce abiertamente y con efecto retardado a la soberanía popular instalada la novel Asamblea Nacional de mayoría opositora, Fernández y los otros se ofrecen de mediadores inocentes. Mudan en facilitadores de un diálogo espurio entre el sector que gobierna y los representantes de las mayorías democráticas determinantes. Reclaman, en suma, “cierta cautela” al hacer valer los imperativos de la Constitución y los estándares que acerca de la democracia consagra la Carta Democrática Interamericana, en lo particular, el derecho a la participación del pueblo mediante referendos o el respeto a la independencia de los poderes.
Lo dicho por Leonel, cabe decirlo sin ambages, encuentra parentela con la misma reserva que comparten Chávez, Maduro, Correa, Morales, Ortega, y le da vida fértil al nacional-socialismo y al fascismo;esa que se opone al universalismo angloamericano de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX por cuestionar el nomos europeo: La política internacional son intereses, dirimibles entre soberanos y dialogantes en paridad; la política no es moral y no autoriza la resistencia civil o ciudadana contra Estados y gobiernos que fracturen la moralidad internacional. Así de simple.
La cuestión es que Samper, Fernández, Zapatero y Torrijos topan con un “esclavo del Derecho”, Luis Almagro, Secretario de la OEA.
Cabe tener “cierta cautela”, aquí sí y como lo pide Leonel, pero con su diálogo de interés,que pone precio a los caídos y encarcelados de la dictadura.No por azar, en negociaciones secretas realizadas entre PDVSA y funcionarios del gobierno de su correligionario, el presidente Danilo Medina, Maduro le condona a República Dominicana el 52% de la millonaria deuda petrolera que mantiene con Venezuela.