Llegar a la emergencia del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda (Hcuamp) es ver personalmente las penurias que se viven en todo el país.
No se trata de personas que quieran estar sentadas a la intemperie esperando porque sí, son seres humanos que se mantienen bajo esas condiciones preocupados sobre la estabilidad de algún familiar o persona cercana que requiere atención médica.
Atentos están a cualquier llamado que involucre a su ser querido, sabiendo que lo más probable es que al escuchar el nombre del mismo sea para solicitar alguna medicina o material quirúrgico para que el mismo sea atendido lo más cercano a lo óptimo.
Recorrer tres farmacias y conseguir lo que se pidió es visto como “un milagro”, pues lo general es que gran parte de estas deban ser visitadas por los familiares; en muchas ocasiones, sin resultados.
Situación que por supuesto, genera impotencia en la colectividad, considerando que “se juega con la salud del pueblo”, por no contar con los medicamentos siquiera esenciales que permita cubrir una demanda que cada día aumenta más, precisamente por la escasez de los mismos.
“La burbuja” no es un término nuevo para catalogar cómo se vive en Venezuela, especialmente en el ámbito humanitario en donde “nada entra”, siendo esto lo más preocupante: que nada pueda ser ingresado al país, ni siquiera tratándose de algún fármaco que logre salvar la vida de una persona.
Para nadie es un secreto el papel que ocupó, para muchos venezolanos, el Tribunal Supremo de Justicia al decretar inconstitucional la Ley de Emergencia en la Salud. Lamentable se consideró el hecho de que el orgullo del Ejecutivo Nacional estuviera por encima de las necesidades de la población e inclusive, de los derechos consagrados tanto en la Carta Magna, como en los Derechos Humanos.
La salud gratuita es considerada una utopía. Únicamente el trabajo de los galenos no debe costearse, aún así, estos son señalados en reiteradas oportunidades de los desenlaces fatales que se generan, sin tomar en cuenta las condiciones en que laboran.
Algunos familiares se compadecen de los médicos, otros no tanto y llegan a ser “acusadores”. Pero ambas partes tienen un punto de encuentro: querer lo mejor para la población en cuanto a salud.
“El paciente hoy puede ser mi familiar, pero mañana puede ser el tuyo o puedes ser tú mismo. Hay gobernantes que no piensan en eso y la verdad es que ni siquiera en las clínicas ahorita se consigue todo y eso quiere decir que cualquiera se puede morir por no encontrar un medicamento que te salve la vida”, expresó indignada un pariente que prefirió no identificarse.
