El 13 de mayo de 1968 se desató con toda su furia lo que quedó registrado en la historia como el Mayo Francés. El día en que se inició la huelga general de los trabajadores, quienes se sumaron a las protestas iniciadas por los estudiantes 10 días antes.
Fue el crisol en el que se fundieron todos los síntomas del malestar que arrastraba la sociedad francesa. Quisieron fracasarlo en ese momento, pero trascendió a las barreras del tiempo y terminó transformando al resto del mundo como un ejemplo de voluntad. Las consignas como el reconocimiento de los derechos de la mujer, la liberalización de las costumbres, la democratización de las relaciones sociales y generacionales, la destrucción del autoritarismo en la enseñanza, parieron desde las calles de París una nueva visión de los seres humanos.
Una de las expresiones más célebres para entonces fue el graffiti: “Paren el mundo que me quiero bajar”.
A la fecha, la gran mayoría de los venezolanos pide que le paren el mundo a este gobierno porque “nos queremos bajar”.
De esa palabra, que según la historia nació allí en el Mayo Francés, escrita por la sabiduría popular, posteriormente se la inscribieron a Quino, el autor de aquella muñequita llamada Mafalda, publicada desde 1964 hasta 1973.
Si Quino tomó prestado el graffiti se lo endosó a la madura precocidad de la niña, quien agobiada por los conflictos y guerras compartía su angustia con millones de seguidores.
Así nos sentimos hoy los venezolanos, abrumados por el régimen “revolucionario”, intentando salir de un laberinto en el que nos metimos, y por alargarlo, estamos atrapados.
Si “que se pare el mundo que me quiero bajar” lo comparamos con el de “párenle el mundo a Nicolás Maduro”, sentimos lo que los franceses de la época.
«Que se pare el mundo», es como que dejen de pasar una serie de acontecimientos, que no quiero estar más presente en ellos, que me quiero olvidar de todo, bajarme de allí, buscar la salida, comenzar un juego nuevo.
“Paren el mundo, me quiero bajar”. Ni la infinita sabiduría de Mafalda podría arreglar tanta irracionalidad junta ante el desorden, la confusión y la violencia desmedida de hoy.
Que el mundo siga andando pero sin Nicolás Maduro ni su lugarteniente Diosdado Cabello. Renunciar a sus posiciones radicales o sacarlo en revocatorio, es una escapatoria política y concertada a la grave crisis que sufre Venezuela, lo más saludable para que se caigan de ese espacio en el que han estado girando.
Que la tierra continúe dando vueltas pero con la construcción de una salida pacífica, constitucional, electoral, democrática y concertada a este aprieto que tenemos. Permitir que Venezuela tenga un nuevo gobierno que inspire confianza en el universo con poder de convocatoria en lo interno. Así de sencillo.
“Que se pare el mundo, que nos queremos bajar”, es como nos sentimos ahora, ya, en este momento, porque no queremos estar donde estamos, porque no queremos ser lo que somos.
Misión imposible, por cierto, escribir sobre un país que en las últimas semanas hasta parece haberse salido de su eje. Párenlo. Aquí hay millones que se quieren bajar, como Mafalda, o quienes lo hicieron en aquel Mayo Francés.