De pie frente al mostrador de la perfumería donde trabaja en Petare, la mayor barriada popular de Caracas, Eidis lamenta que no hay casi nada para ofrecer al cliente. Pero los «bachaqueros» en la calle, a pocos pasos del negocio, tienen todo. «Es una mafia», asegura.
«El cliente pregunta por champú, jabón o pasta de dientes y le tenemos que decir: ‘no hay’. Sale a la calle y allí sí hay. ¡Claro!, tienes que pagarles lo que pidan», dice a la AFP Eidis Alquerque, de 31 años, al referirse a los revendedores ambulantes de productos básicos que proliferan ante la grave escasez que azota al país.
La redoma de Petare, puerta de entrada al barrio ubicado en el este de la ciudad, se convirtió en los últimos años en un mercado callejero donde los caraqueños consiguen, con sobreprecios de entre 1.000% y 4.000%, mercancías desaparecidas en supermercados y otros comercios formales.
Aunque Petare sigue siendo el lugar donde se consigue lo que no hay en el resto de Caracas, ni siquiera allí se encuentra hoy la variedad de meses pasados. A artículos de higiene personal y un puñado de paquetes de alimentos escasos se limitaba la oferta durante un recorrido de la AFP.
«La niña necesita leche de fórmula. No hay», comentó María Dorreigo, quien cargaba en brazos a su pequeña de dos años. Ella evita, dice, comprarle a los «bachaqueros» «porque todo sale demasiado caro». Son «el último recurso», agregó.
Una botella de champú, etiquetada con precio de 36,92 bolívares, se vende en Petare a 1.500 bolívares, 3 dólares a la tasa flotante oficial y 1,5 dólares en la cotización del mercado negro.
Quizás eso no parezca gran cosa, pero representa casi el 10% del salario mínimo en Venezuela, de 15.051 bolívares y al que se suma bono alimentario de 18.583 bolívares.
«Esto no era así antes. Tiene como dos años así», dice Alquerque sobre la cantidad de revendedores que afecta a los comerciantes de la zona.
Exhibiendo artículos de higiene en el piso, un «bachaquero», que prefiere no revelar su nombre, cuenta: «¿Cómo fijamos precio? Nos traen mercancía y nosotros le ponemos 300, 400 o 500 bolívares de más». Fue una plática breve, frenada en seco cuando una mujer que vendía a su lado otros productos le lanzó una mirada de reproche.
«El último recurso»
La caída del precio del petróleo, fuente del 96% de los ingresos de Venezuela, ha agravado la crisis. La escasez llega a más de dos tercios en alimentos y medicinas, y la inflación, de 180,9% en 2015, podría cerrar en 700% en 2016, según el FMI.
Fedecámaras -principal gremio empresarial venezolano- sostiene que 85% del aparato industrial del país está paralizado y acusa al gobierno de asfixiar al sector privado con el control de cambio que monopoliza la administración de divisas para la importación.
Pero el presidente Nicolás Maduro asegura que los empresarios hacen «una guerra económica» a través de la especulación, acaparamiento y baja de la producción, para derrocarlo.
«Toca hacer colas. Yo hago cola donde me toque, donde haya cualquier cosa para la niña», relata Dorreigo, quien forma parte del 60% de venezolanos que, de acuerdo a la ONG Provea (Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos), hace filas de seis a ocho horas para adquirir comida.
Mientras el debate político se centra en el referendo revocatorio que impulsa la oposición contra Maduro, hay voces que alertan del riesgo de una deriva violenta: el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social contabilizó 680 protestas por falta de alimentos en los primeros cinco meses del año y 254 saqueos e intentos de saqueo.
En las últimas dos semanas, Petare ha sido epicentro de protestas por la escasez que desembocaron en violencia, con saqueos a camiones cargados de alimentos y a comercios.
A ello se suma la inseguridad: es una de las barriadas más golpeadas por la delincuencia en Venezuela, con una tasa de 58,1 homicidios por cada 100.000 habitantes (17.778 muertos) en 2015 según la Fiscalía, siete veces más que el promedio mundial.