Por la puerta del sol – Cae otra hoja de mi calendario

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El brillo auroral que los campos domina, la brisa que mece la verde hojarasca, un botón en flor y el trino cordial que entona un ave al pasar, me recuerdan que hoy es veinticinco de Junio, que vivo que soy que respiro. He digerido mis espinas y escondido las mieles de mi llanto en mi balcón crepuscular. Aunque sea dura la vida ha sido mi mayor ganancia, sigo de pie, erguida, no me han vencido los años, me siento a plenitud, tranquila, agradecida y feliz, mi salud es excelente.

No me he detenido en la lucha ni me he desviado de mis creencias, no he dejado de marchar hacia la vida ni he dejado de pelear por la libertad, por mis ideas, por la verdad, por la paz y por mis sueños. Agradezco a la vida que me ha dado de todo y desde el fondo de mi alma también a la esperanza de saber que en mí reside como en todos, esa parte de luz divina que a Dios nos eslabona.

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Ayer pensaba que aunque todo cambia, la noche sigue siendo la misma en el paisaje, en cuyas ramas los árboles pulsan incansables sus violines, sus arpas y sus liras acompasadas por el cristalino caer de las lluvias de Junio. Tanto tiempo ha pasado y sin embargo sigue la luna guardando mis sueños que se niegan a morir en el sendero de este otoño, en el que los guardo celosamente con obstinada ensoñación.
Quiero alegrías permanentes para mis próximos años, tranquilidad para las letras que me invitan a seguir ideando sobre hojas de papel, quiero nuevas energías para los tendones de mis manos, almohada fina para mis sueños y un perfume con esencia de magnolia.

Hoy empecé mi día con un café y un pancito. Decir café es para mí empezar la fecha con algo distinto, desterrar del pecho las preocupaciones, reunirme con los míos, evocar los ricos momentos de la niñez y de la juventud – porque uno nunca olvida el tiempo de la hermosura de la vida en que todo era felicidad sin inquietudes. Hoy quiero traer a mi memoria a la santa mujer como dijera el poeta Aguirre: a la que me dio el ser, que me enseñó de niña lo que vale el cariño exquisito, profundo y verdadero, la que en mis negras noches sigue siendo mi estrella luminosa.

Cada día pulo mi sonrisa para seguir tejiendo verdes esperanzas en el mantelito de mi humilde mesa, labro las frases de mi cotidianidad cuando tengo al frente mi cuaderno y mi pluma, no me canso de cultivar letras en mi tiempo limitado ni de cultivar mañanas para alegrarme la vida y entretener el paso inexorables de los años.

El tiempo seguirá repasando en su memoria los días ya vividos a la sombra de su árbol de eternidades, cuyas hojas cargadas de remembranzas lacerarán por siempre su aire sediento y solitario, yo seguiré puliendo en la memoria los recuerdos de aquellos que fueron mis ancestros, quienes desafiando tempestades y rudezas dejaron su huella pura sobre mi arcilla, también el fuego y el silencio de sus sabidurías y querencias.

Ha caído la hoja 25 de mi calendario entrando hasta mis huesos el calor del sol, han dejado de sonar mis bisagras, crujen menos mis resortes, se abrillantan mis arterias al inhalar profundamente la alegría del día que hoy Dios me regala.

En la vida todo termina disuelto: flores secas guardadas en un libro que gritan sus tempestades y soledades, terminan las idas y los regresos, pero al final la única travesía que nos queda es la de la última sonrisa, la del adiós, un hasta nunca, chao me voy…
Por eso quiero que alumbren la felicidad de mis postreros años la alegría, el amor, la presencia erguida y el rostro generoso de mis hijos tan amados.

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