Con la esperada oficialización el jueves de un cese del fuego bilateral entre las FARC y el gobierno colombiano, se inicia un paulatino abandono de las armas por parte de los rebeldes y su incorporación a la vida civil.
Se espera que el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), «Timoleón Jimenez» o «Timochenko» firmen en esta capital el convenio para detener las hostilidades, el paso más significativo hacia un acuerdo definitivo de paz en una fecha próxima.
«Ninguno de los procesos de paz anteriores habían llegado hasta ese punto y este es un punto absolutamente irreversible», dijo a The Associated Press Sandra Borda, profesora de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes en Colombia.
Este cese de hostilidades bilateral es percibido como algo tan histórico que en la ceremonia en La Habana, anunciada sorpresivamente el miércoles, estarán presentes los mandatarios de Cuba Raúl Castro, de Venezuela Nicolás Maduro y de Chile Michelle Bachelet.
Además confirmaron su participación como testigos el gobernante salvadoreño Salvador Sánchez Cerén y el dominicano Danilo Medina, así como el secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon.
El conflicto armado interno dejó más de 220.000 muertos, miles de desaparecidos y millones de campesinos desplazados a las ciudades desde que comenzó en 1964.
Santos aseguró esta semana que el acuerdo de paz completo podría estar listo para el 20 de julio, día de la independencia de Colombia, aunque «Timochenko» prefirió ser más cauteloso con la idea de dar una fecha precisa.
Países que durante una década tuvieron gobiernos de izquierda o aún los mantienen en el continente como Argentina, Venezuela, Brasil o Ecuador siguieron de cerca e impulsaron las conversaciones que se desarrollan desde fines de 2012 en Cuba e incluso algunos moderados como Chile se ofrecieron para acompañar el proceso.
«A nivel regional es la finalización del último (gran) conflicto armado de todo el hemisferio», agregó Borda. «Digamos que la violencia política armada en este país se acabó como alternativa y estas son noticias inmejorables».
Sin embargo, y en lo que parece ser un reflejo de la polarización y pasiones que despierta el tema, no todos los analistas son tan entusiastas como Borda.
«Con el cese bilateral las FARC se van a sentir más holgadas para seguir desarrollando todas las metodologías de violencia», dijo a AP Vicente Torrijo, politólogo de la Universidad de El Rosario de Bogotá y para quien hay un «optimismo» poco justificado hacia el proceso de negociación.
Sectores de la derecha como los que representa el expresidente colombiano Alvaro Uribe criticaron duramente la mesa de negociaciones en Cuba y han pedido mano dura contra los rebeldes.
Precisamente para Borda, el «uribismo» será uno de los grandes perdedores cuando se firme la paz.
Aunque aún se desconocen los detalles del cese del fuego y lo acordado en torno al abandono de las armas ya hay una especie de hoja de ruta que se seguirá a partir de esa firma.
En ese camino comenzaría una paulatina movilización de los rebeldes hacia lo que dio en llamarse «áreas campamentales» temporales y la destrucción de algunas armas. Otras permanecerán en su poder pero el efecto inmediato será la separación del contacto entre las fuerzas militares para una reducción de las hostilidades, explicaron observadores.
También deberá comenzar a funcionar un mecanismo de monitoreo del cese del fuego.
Una vez que la paz definitiva se haya firmado se producirá la mudanza de los guerrilleros a los llamados territorios especiales para la paz y el desarme.
Las conversaciones desarrolladas en estos casi cuatro años se basaron en una agenda previamente establecida de seis puntos generales.
Algunas cuestiones todavía permanecen pendientes o no están claras, como el mecanismo que se usará para refrendar los acuerdos de paz, una cuestión en la que ambas partes difieren diametralmente. Mientras el gobierno espera llevar adelante un referendo, las FARC apuestan por una constituyente.
Fundadas en los años 60 al calor de la revolución cubana y los enfrentamientos propios de la Guerra Fría, las FARC tienen unos 7.000 integrantes.