Prejuicios ancestrales parecen mantenerse más vivos que nunca, cuando alguien señala con el dedo a un hombre que eligió vestirse como mujer o mira con desconcierto a dos mujeres que caminan tomadas de la mano. No se puede tapar el sol con un dedo: en Venezuela sí hay discriminación en contra de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero e Intersexuales (LGBTI).
El derecho de vivir la vida que cada quien quiera tiene un costo, que en muchos casos se paga desde el hogar, el “salir del clóset” podría convertirse en un trauma que se acentúa cuando la persona debe exponerse a distintos escenarios: escuela, amigos, trabajo.
Constantes expresiones de odio debe soportar alguien con una distinta orientación sexual. El ataque ocurrido el pasado domingo 12 de junio en una discoteca LGBTI en Orlando, Florida, que dejó un saldo de 49 víctimas mortales, es considerado por algunos como un ataque terrorista, pero para otros tiene un claro mensaje de odio y discriminación hacia los homosexuales, especialmente por ser junio el mes del orgullo gay.
Simón Carrillo (31) es un venezolano que murió en la masacre, tenía un futuro por delante.
Simón era estudiante de Contaduría Pública en una universidad bilingüe, era gerente de una afamada cadena de comida rápida, recientemente había comprado una casa con su pareja, tenía importantes proyectos y su vida estaba en pleno ascenso, pero tuvo una caída inesperada.
Homosexuales y heterosexuales se enamoran por igual
La diversidad afectivo – sexual del ser humano no sólo implica las relaciones sexuales sino que los gays, bisexuales y transgénero se enamoran igual que los heterosexuales y construyen los mismos proyectos de vida.
-La heterosexualidad no es la única orientación sexual sino la que nos han vendido, la que nos dicen que debería ser, asegura Delia Mondragón, de la Asociación Larense de Planificación Familiar (Alaplaf) donde atienden a mujeres y hombres víctimas de violencia, y que lidera un programa de Derechos Humanos para la comunidad LGBTI.
Insiste en que la sociedad debe entender que no se trata de una enfermedad ni de una elección, “nadie se levanta diciendo: hoy voy a ser gay”.
La especialista considera que no tiene por qué existir una ley especial para los grupos de diversidad sexual, que los separe del resto de los humanos, “porque sencillamente son como el resto, tienen derecho a la vida, salud, educación, a casarse, tener hijos, desplazarse…”.
La mayoría de integrantes de la comunidad LGBTI que acuden a Alaplaf son jóvenes saliendo de la adolescencia, que quieren descubrirse y decirlo al mundo.
Pero también tienen otro grupo de “pacientes”: padres que llevan a sus hijos porque el niño juega a las muñecas y la niña juega fútbol, “queremos que lo consulte porque creemos que es raro”, es una de las frases que la licenciada escucha con frecuencia en su consultorio. Los impulsos innatos son juzgados por la sociedad.
-Ver dos hombres agarrados de la mano no es lo más aceptado, eso queda para el espacio privado, pero la comunidad LBGTI más que querer aceptación para que se tomen de la mano, quieren respeto a su orientación e identidad sexual, considera Mondragón.
Resistencia
No ha sido fácil para quienes con orgullo hoy viven su sexualidad a plenitud, o para quienes se unen a movimientos LBGTI que alzan su voz en la búsqueda de aceptación.
Siempre va a existir una resistencia, actualmente hay cambios pequeños “no los más deseados porque con todos las leyes y derechos que existen en Estados Unidos, acaba de suceder una masacre homofóbica”.
Para el antropólogo, Rodrigo Navarrete, profesor e investigador de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la unión de la comunidad LBGTI ha permitido visibilizar a esa parte de la sociedad, que no es mejor ni peor, simplemente distinta.
A su juicio, ha habido poca presión por parte de la comunidad sexo diversa venezolana para la promulgación de leyes a su favor y la generación de espacios políticos.
“En Venezuela no hay un pronunciamiento legal explícito y cuando Tamara Adrián, la primera diputada transgénero, incluyó el tema en la agenda de la Asamblea Nacional, hasta sus compañeros de bancada le dijeron que era irrelevante”.
Navarrete, quien dirige un diplomado en Cultura, Género y Diversidad Sexual, asegura que desde hace siglos existe dominación masculina y la noción de que la familia heterosexual es la base, por lo tanto cualquier variante es vista como una amenaza a las normas de la sociedad.
Entonces, la sociedad tiene varias opciones: La primera “patologizarlo”, es decir, verlo como una enfermedad, la segunda condenarlo moralmente, y la tercera corregirlo.
El antropólogo explica “lo que se busca es que la gente reconozca que el sexo es un elemento con el cual nacimos, que vienen predisposiciones biológicas pero nada te obliga a tomarlas, cada uno toma la orientación e identidad sexual que quiera”.
Navarrete dice que los crímenes de odio no han desaparecido ni desaparecerán en ninguna parte del mundo, y parte de estos crímenes los cometen víctimas de su propio prejuicio, quienes en vez de atacarse a sí mismos, atacan la condición.
Inclusión y tolerancia
Respetar al que piense distinto es la premisa del movimiento Pro-inclusión del partido político Voluntad Popular, que nació en 2008 a fin de la defensa política, legal y derechos humanos de la comunidad LGBTI en Venezuela. El movimiento fue promovido por Leopoldo López, dirigente principal del partido.
Gilbert Sivira, coordinador en Lara de Pro-inclusión, señaló que en el país y en la región existen innumerables casos de discriminación contra quienes no son heterosexuales, la preocupación máxima es la discriminación laboral.
“Especialmente a los transgéneros quienes para incorporarse a un trabajo los obligan a cortarse el cabello y cambiar su vestimenta”. Las denuncias abundan, el mismo día de la entrevista recibió un caso en el que un transgénero, por su condición, fue rechazado en un empleo, Sivira preparaba los trámites para formalizar la denuncia ante el Ministerio Público y brindar acompañamiento psicológico a la víctima.
“Estas cosas siguen pasando y es por esto que muchos gays prefieren no vivir plenamente su sexualidad, por temor a ser señalados, por temor a que los excluyan”.
El Estado cuenta con las herramientas jurídicas contra la discriminación como la Ley Orgánica Contra la Discriminación Racial que en su artículo 11 detalla la discriminación como:
“Cualquier distinción, exclusión, separación o preferencia basada en motivos de origen étnico-racial, nacional, rasgos del fenotipo, cultura, religión, género, orientación sexual, rango socioeconómico, grupo etario, situación de discapacidad, condición de salud, opinión política u origen social, que tengan por objeto o resultado anular o menoscabar, el reconocimiento, goce y ejercicio de los derechos humanos”.
Aunque según Sivira, esta ley pareciera letra muerta. “Sigue pasando y mucho” dice, refiriéndose a los actos de violencia contra la comunidad LGBTI.
Respecto a la posición de la Iglesia católica en Venezuela, asegura que ni los apoya, ni los discrimina, se ha mantenido al margen para no causar revuelo.
“Pero en cambio la Iglesia evangélica nos llama aberrados y dice que tenemos una enfermedad psicológica, su interpretación de la Biblia es muy irreal, pero ellos deben entender que el pecado lo cometemos los gays y los hetero también”.
No todas las personas con preferencias sexuales distintas a lo “común” se mantienen alejadas de la Iglesia, Sivira dice que, al menos en Venezuela, un importante porcentaje de la comunidad LGBTI frecuenta a la Iglesia católica especialmente, e incluso son más comprometidos que los heterosexuales.