Con China, Cuba y muchos otros casos ha quedado claro que para la comunidad internacional el hambre, la miseria y los derechos humanos son bastante menos importantes que evitar la anarquía, el caos y el ruido de sables.
Es por ello que desde el Vaticano al Potomac buscan brindar al régimen venezolano soluciones institucionales con un mínimo de viabilidad política de cara a futuro, para así escapar a la casi insuperable trampa que su propia dirigencia ha creado.
De manera creciente el mundo comprende que un referendo revocatorio este mismo año es la más lógica vía de escape, institucionalmente sostenible, para quienes se ahogan en un pantano de su propia creación.
Incluso, los señores de la Unasur ofrecen aportar algo de oxígeno a un esquema que a velocidad exponencial pierde respaldo y credibilidad, poniendo la cara ante el brutal costo político que traerá una genuina unificación cambiaria.
A pesar de todos esos esfuerzos externos, aquí tenemos a un jefe del estado refiriéndose a Leopoldo López Mendoza, destacado dirigente político opositor preso por su régimen, como “bruto malagradecido”.
Indica que para su escala de valores es de brutos rechazar una propuesta que implica mejores condiciones personales a cambio de abandonar altos principios políticos. A sus ojos la oferta –trasmitida por un obsequioso mandadero– también implica una especie de limosna por la que Leopoldo debería estar agradecido.
Ni mandante ni emisario parecen ver que la mera propuesta no sólo reconoce el carácter de preso político de Leopoldo, sino que confirma ante el mundo que para este régimen los presos políticos no son sino ficha de negociación: Con idéntico espíritu con que las FARC colombianas secuestran a sus víctimas.
Adicionalmente, la violenta agresión a los diputados de la Asamblea Nacional a las puertas del Consejo Nacional Electoral, la invalidación de las firmas de dirigentes tan destacados como Henrique Capriles Radonski, Lilian Tintori, entre otros, y las grotescas condiciones que imponen las señoras del CNE para obstaculizar un referendo revocatorio, demuestran al mundo la intransigencia del régimen de aceptar cualquier solución inteligente.
Se dice que en política no triunfan quienes más aciertan sino quienes menos se equivocan.
La comunidad internacional pronto tirará la toalla con Venezuela y sobrevendrá internamente todo lo que se ha querido evitar; y cuando futuros cronistas revisen los sucesos previsibles para los próximos meses no les costará trabajo identificar quiénes fueron los verdaderos brutos malagradecidos en toda esta historia.