Estaba en el lugar equivocado. Simón Adrián Carrillo Fernández, venezolano, de 31 años de edad, es una las 49 víctimas mortales del ataque ocurrido el domingo en la madrugada en la discoteca Pulse en la ciudad de Orlando, en Florida, considerado el tiroteo de mayor magnitud en la historia de los Estados Unidos.
Simón nació en el estado Lara, era el menor de cuatro hermanos, se graduó de bachillerato en un liceo en Cabudare, municipio Palavecino, y al cumplir la mayoría de edad recorrió varios países. Le gustaba mucho viajar.
Su hermano mayor se había ido a Orlando y en 2006, a los 21 años, y Simón quiso visitarlo.
Al ver la ciudad, pensó que allá tendría mayores posibilidades de superación, entonces arregló todo para quedarse. Tres años después se le sumaron dos hermanas y en septiembre de 2015, Digna Rosa Fernández, su mamá.
Tras períodos duros de adaptación y buscar estabilidad económica, todo parecía marchar bien. En enero de este año, a Simón le otorgaron la ciudadanía americana, compró un carro, una casa propia, trabajaba como gerente de un McDonald’s y estudiaba el cuarto semestre de Contaduría Pública en Ana G. Méndez University System, en Orlando, Florida.
Nunca perdió contacto con el resto de familiares que dejó en Venezuela, especialmente con su hermana, Ariani Carrillo, quien pese a su dolor quiso compartir con EL IMPULSO algunos detalles de la vida y muerte de su hermano.
Simón frecuentaba Pulse
Antes de que el nombre de Simón Carrillo saliera a la luz pública como una de las víctimas de la masacre, ya su familia lloraba su partida.
Unos amigos que sobrevivieron al ataque que duró tres horas y es calificado por el gobierno estadounidense como un acto terrorista, llamaron a un hermano y le dijeron que el joven quedó atrapado en la parte interna de la discoteca. Murió en el sitio.
El dolor se apoderó de sus corazones. Un dolor que nunca pasará porque “murió el alma de la familia” expresa Ariani. Veía las noticias desde su casa en la urbanización Chucho Briceño y el sufrimiento se intensificaba al saber que estaba a miles de kilómetros de distancia.
Realmente no conoce con exactitud los detalles de la manera en que murió su hermano y dice que prefiere no saberlo. La terrible noticia se extendió rápido a los allegados; pronto la casa se llenó de parientes y amigos. El domingo fue un día fatal.
Ariani recuerda que dos días antes había hablado por Whatsapp con su hermano. “Estaba de vacaciones en Canadá y Nueva York, regresó a Orlando el viernes y me mandó fotos, estaba feliz”.
No era la primera vez que Simón iba a Pulse. Ese era un sitio que solía frecuentar y según la hermana, nunca fue víctima de discriminación por su preferencia sexual.
Una última vez en Venezuela
La última vez que Simón estuvo en la casa donde se crió, en Cabudare, fue en el 2013; pasó quince días con su mamá y le prometió que trabajaría duro para llevársela. “Él todo lo que se proponía lo lograba, y además era muy cariñoso, risueño, echador de bromas”.
Fue una temporada corta en la que Simón pudo vivir a plenitud, le arrebataron su futuro. Ahora su familia tramita los documentos para que le entreguen el cuerpo. Todavía no han decidido si lo traerán a Venezuela.
Mientras tanto Ariani se prepara para emprender el más triste de sus viajes y encontrarse con la familia, que quedó marcada por el extremismo de un hombre armado con un fusil AR-15 como el que usa el Ejército de Estados Unidos en la guerra, una pistola Glock que había comprado hace dos semanas y una cantidad desconocida de explosivos.
Amigo incondicional
Cristofer Alexander Portorreal es Dominicano, pertenecía al grupo de amigos de Simón, compartieron muchos momentos agradables en Orlando hasta que Cristofer tuvo que irse a Puerto Rico.
Al enterarse de lo ocurrido en Pulse pidió a Dios que Simón estuviera bien, así lo dejó saber en un estado en Facebook, pero horas después actualizó el estado: Dios dame las fuerzas que necesito.
No sólo perdió a Simón, sino a otros ocho amigos.
En una conversación con este diario, dijo que Simón fue para él un amigo incondicional, lo caracterizaba su humildad y “estaba lleno de amor para dar”.
Está lejos, poco puede hacer por sus amigos caídos, pero se mantiene en oración para que le dé fortaleza a sus familias.
El diario Orlando Sentinel, conversó con los compañeros de trabajo de Simón. Sus colegas manifiestan su admiración, “nunca olvidaba un cumpleaños, traía tortas y se aseguraba de tomar fotos para recordar el momento, la atención a cada detalle marcaba su estilo de liderazgo” aseguran.
Ivonne Irizarry , un gerente general en McDonald’s menciona que Simón era bueno con el dinero y siempre estaba ahorrando para poder viajar, “trabajó para disfrutar de su vida”.
Su pareja también murió en la masacre
Según información difundida ayer por medios internacionales, Simón Carrillo estaba en la discoteca Pulse con amigos y con su pareja Oscar Aracena Montero, de 26 años de edad, quien también es una de las víctimas mortales.
Aracena era de República Dominicana pero cuando era niño se mudó con su papá a Estados Unidos. La pareja vivía junta y tenía tres chihuahuas como mascotas.
Uno de sus amigos publicó en las redes sociales: Si Dios llegara y terminara con todo, me iré en paz… Y de tenerlo frente a mí le diría: gracias por permitirme vivir una vida sin hacer daño a nadie y amándome tal cual soy. Si él me preguntara qué opinas sobre mi llegada, le diría: justo a tiempo porque tus hijos no te hicieron caso cuando dijiste ama a tu prójimo como a ti mismo.