Según John Maynard Keynes, uno de los economistas más brillantes del siglo XX, el consumo es aquella parte del ingreso que se destina al gasto, es decir, todo aquel dinero que se dirige a la adquisición de bienes y servicios.
La mayoría de los autores coinciden en señalar que es el componente más importante de la demanda agregada y el elemento más estable de la misma, pues es una actividad que se realiza todos los días.
Mientras mayor sean los gastos de consumo, mayor serán los ingresos de una economía. Es importante recordar que el fin último de la actividad productiva es el consumo y en la medida en que éste se estabilice, en ese mismo grado lo harán la producción y el empleo.
El determinante más importante de el consumo es el ingreso, en otras palabras, las personas podrán realizar sus gastos de consumo, siempre y cuando su ingreso personal se los permita.
A la relación existente entre ambas variables, Keynes lo denominó “propensión al consumo”, que en términos matemáticos es equivalente al porcentaje del ingreso que se destina al gasto.
Según el Cendas–FVM, en nuestro país esa propensión está calculada muy conservadoramente en un 40%, es decir, el venezolano destina 40% de sus ingresos al consumo. Maza Zavala acuño el término “subconsumo”, que es la situación predominante en los países subdesarrollados, no por causa de una débil propensión al consumo (en términos keynesianos) sino por una insuficiencia sustancial en los niveles de ingreso. Y esto es precisamente, además de otros factores, lo que ha sucedido en nuestro país.Veamos.
Para no irnos tan lejos de nuestra historia basta señalar que el Gobierno nacional aumentó el salario mínimo en el año 2015 en 98%, pero el incremento de los bienes y servicios fue en el mismo año del 180%, según cifras conservadoras del Banco Central de Venezuela, casi el doble de los primeros, aunque extraoficialmente se calcula que la inflación fue durante el año pasado del 300%, según la gran mayoría de los analistas económicos.
En lo que va de este año, el Gobierno nacional ha hecho dos aumentos solo al salario mínimo en aproximadamente 50%, pero en el mismo período el aumento de los precios ha sido de 125%, según cifras extraoficiales de algunos analistas económicos (León, Guerra).
Esta situación hace palidecer el incremento solo en el salario minimo que lamentablemente, a pesar de sus buenas intenciones, no fue capaz de compensar los aumentos de los precios, generándose así una insuficiencia en los niveles de ingreso, como decía mi maestro, que a su vez han conducido a la población a niveles de subconsumo, que es aquel que se caracteriza por adquirir bienes y servicios muy por debajo de los niveles de subsistencia o de los necesarios para adquirir los bienes básicos. Esto es precisamente lo que está sucediendo en el país. En otras palabras, el aumento permanente en los precios de los bienes y servicios que adquiere el venezolano, lamentablemente ha deteriorado el poder adquisitivo de la población que necesita mayor cantidad de dinero para comprar los productos que antes consumía.
Según información del Cendas–FMV y publicada en El Nacional el 31-05-2016, la cesta básica en un año pasó de Bs. 38.000 a Bs. 256.000 mientras el salario mínimo pasó de Bs. 5.622,48 en abril de 2015 a Bs. 15.051 en mayo de esta año. Es decir, mientras el salario mínimo aumentó 2,7 veces, la canasta de alimentos básicos lo hizo 6,7 veces más en el mismo lapso. Es importante destacar que estos precios se refieren a los que están regulados, no a aquellos que se adquieren en el mercado negro o a los llamados bachaqueros. La diferencia, según la misma fuente, entre los precios controlados y el mercado formal es de 2.682%.
Bajo la luz de las anteriores consideraciones, no sería temerario señalar que el venezolano promedio ha disminuido ostensiblemente su calidad de vida al no poseer poder adquisitivo suficiente que le permita alimentarse adecuadamente, sin hablar de la inseguridad a la que está sometido constantemente. Datos de 1.488 encuestas de percepción realizadas por la Fundación Bengoa y publicadas en El Nacional el 27-05-2016 indican que apenas 19% de la población no es pobre y que la mayoría no consume diariamente proteínas de origen animal. Agrega el informe que solo 5% tiene acceso a la leche y 12% no hace las tres comidas. Si a esta precaria situación le agregamos el tema de la escasez, el panorama luce realmente muy preocupante.
Sobre este tema y a falta de mayor espacio, haremos solo algunas consideraciones. El Gobierno se empeña en acusar a la “guerra económica” como el causante en este fenómeno económico. Sin embargo, todos los analistas económicos coinciden en señalar a la disminución en la producción nacional y este año a la disminución en las importaciones como los verdaderos causantes de esta situación, que lamentablemente afecta a los consumidores pero beneficia a algunos sectores inescrupulosos que mercantilizan precisamente los niveles de escasez, que en el caso de los alimentos de la dieta básica se ubican aproximadamente en 80% promedio según cifras de la empresa Datanálisis y de un 86% en las medicinas, según la Federación Farmacéutica Venezolana.
No sería aventurado señalar entonces que uno de los problemas fundamentales que vive el consumidor venezolano en los actuales momentos es el Abastecimiento y Producción (CLAP) para supuestamente entregar una bolsa de algunos alimentos casa por casa a beneficiarios de programas sociales, es decir, a la población de más bajos ingresos.
Esta tarea, además de ciclópea, ha sido muy cuestionada por sectores no gubernamentales como Consecomercio que señala a “…pretende centralizar la distribución de los pocos alimentos que se puedan producir o procesar en el país “. (EL IMPULSO 04-06-2016, pág. A3).
Otros especialistas han afirmado que “… los CLAP no son un sistema de abastecimiento alimentario, sino un mecanismo arbitrario y discriminatorio, con el cual el gobierno ejerce control político. (Raffalli y Socios. El Nacional, 05-06-2016, pag 3).Tal como señaláramos líneas atrás, el problema de fondo no es la distribución de la comida, sino la ausencia de producción como consecuencia de la distribución del aparato productivo nacional.