Jamás mandatario alguno llegó a niveles tan altos de rechazo.
La odisea de Nicolás Maduro tiene pocos precedentes en la historia reciente venezolana. Su creciente impopularidad consiguió en el camino de las habas al poco intelecto que bracea en sus neuronas. Es decir: Una pavorosa crisis generada por su revolución y el irrisorio cerebro presidencial para crear alternativas que nos saquen del abismo.
En los últimos meses de profunda agudización económica, muchos sectores se han unido para pedir su renuncia. Logró gracias a sus desaciertos; que el país en su casi totalidad esté deseoso de su dimisión. Incluyendo al 70% de las bases del PSUV que están hastiadas de tanto sufrimiento. Son las principales víctimas de un modelo que abrazaron con pasión y que terminó haciéndolos más pobres; las banderas revolucionarias no les llevaron el pan a sus casas. Al contrario, los envenenaron con una ideología ilusoria que los condujo a la trampa. A través de los años sus condiciones de vida descendieron de manera dramática. Han convivido con las peores aberraciones de una sociedad transformada en harapienta. Son ellos los que realmente padecen el peso de una crisis incalculable, ya que al ser militante del error cargan con la culpa de haber contribuido con el desplome nacional. Mientras esas bases llevaron el mensaje en la profundidad de la patria, los boliburgueses se robaron al país. De vez en cuando alguna migaja para calmar la ansiedad de los estómagos vacios. Son los espartanos que luchaban con el alma sembrada de necesidad. Hasta que se percataron que sus líderes vivian como príncipes mientras ellos seguían sufriendo en el rancho de su destino. Su adversario no era el lejano imperio, sino sus mañosos ídolos devenidos en potentados que ahora miran a los incautos con hondo desprecio.
Hoy Nicolás Maduro es el ausente en el retrato. Nadie quiere enterrarse con él. Buscan huir mientras todo se abolla en los brazos de una revolución absolutamente corrompida. La mayoría de los gobernadores oficialistas están pidiendo su pronta salida del gobierno. Varios sectores militares plantean diversos escenarios en donde Venezuela pueda conseguir respiro. Los deshonestos anhelan una salida negociada que le garantice algunos privilegios. Han comenzado a tirar puentes con la oposición para explorar caminos no tan traumáticos para ellos. Detrás del disfraz del dialogo se oculta la fea cicatriz de la impunidad. La necesidad de conversar para buscar soluciones no puede ser el automático perdón para quienes quebraron al país.
¿Cómo se sostiene Nicolás Maduro con un cuadro tan desolador? Ciertamente su realidad es patética. La abrupta caída en los precios petroleros es un golpe letal al proceso. En su agonía tiene todavía algunos recursos para maniobrar. La fuerza hercúlea de la corrupción sabe manejar los entresijos con maestría. El botín mantiene todavía muchos recursos para comprar conciencias y adeptos que contribuyan con la revolución. Otro sector clave es la cúpula militar. Son demasiados los negocios para dejarlos al descubierto con otros medianamente decentes. Esa conexión del uniforme con los tentáculos de la droga descubriría los intríngulis del narco estado venezolano; les queda entonces proteger al gobierno para poder seguir disfrutando de sus fortunas.
Quien coordina el sostenimiento de Nicolás Maduro en Miraflores es Cuba, con sus títeres nacionales han conseguido alargar su proceso unos años más hasta llegar al puerto de los Estados Unidos. Los hermanos Castro necesitan seguir lactando de la ubre venezolana para no caer en los brazos del imperio en la segunda cita. Quieren mostrar cierto garbo, dejarse desear para que el acaudalado cliente pague una fortuna por un pantanal de huesos. En esa aritmética política de triple banda nosotros somos los que servimos la mesa para que ellos negocien. La realidad nuestra es que Venezuela entera ansía la renuncia de Nicolás Maduro. Su monumental fracaso es la sepultura de los sueños de millones de compatriotas, que lo que quieren es vivir en mejores condiciones…
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