Hoy apartamos la faceta profesional del talentoso Comunicador Social Román Lozinski, para adentrarnos a su vida en casa junto a Isabella y Sofía, sus consentidas morochas de cinco años. Los tres vivieron casi cuatro meses alejados físicamente de la esposa y mamá del hogar, Anna Vaccarella, mientras cumplía satisfactoriamente con un tratamiento contra el cáncer, en Nueva York. Ahora, con la familia completa de nuevo, Román nos relata la experiencia y lecciones aprendidas. Un padre que asegura ¡aumenta el amor por sus hijas aunque parezca que ya no se puede querer más!
-¿Qué te ha parecido en el transcurso de estos cinco años el hecho de ser padre, y de morochas?
Convertirte en padre lo primero que te muestra es la verdadera dimensión del amor. Cambia tu vida, con ella las prioridades, el manejo del tiempo, todo. Desde mi experiencia, los dos primeros años de estos cinco fueron los más complejos, por la novedad, la inexperiencia y por el hecho de ser morochas, lo que le da una “dimensión especial”.
Las disfrutas siempre, pero cada día más, como también crece el amor aunque parezca que ya no se puede querer más.
-¿Puedes relatar la experiencia del día que nacieron?
Claro. Por supuesto ya estaba todo preparado, nos fuimos a la clínica a la hora indicada, todo fluyó en tiempo porque fue por cesárea, pero hay dos eventos que quisiera relatar:
– Cuando nació Sofía, la primera en salir y la vi, hice el más inexplicable sonido que haya podido hacer, una especie de llanto con risa de la que hasta el médico bromeó en su momento.
– Luego algo muy especial. Durante los meses de embarazo le canté siempre a las morochas una canción de Pedro Castillo titulada “Cómo crece mi mundo”, que él mismo dedicó a su hijo. Pues cuando las llevaron al retén para terminarlas de limpiar, me permitieron el ingreso para acompañarlas, lloraban mucho. Con mi mano pude casi cubrirlas a las dos, me acerqué lo más que pude y comencé a susurrar la canción. No habían pasado 15 segundos cuando se habían calmado. Fue un momento especial, inolvidable, de conexión inmediata.
-¿Tienes momentos únicos que son para tus hijas?, ¿Cuáles?
Claro, soy un papá muy activo. A ver, yo las despierto, las llevo al baño, las lavo, las visto, desayunamos con ellas, las llevamos al colegio, las recojo, almorzamos juntos, conversamos mucho. Al regreso de la radio jugamos, cenamos y ahora estoy en proceso de que retomen su cuarto por lo que duermo con ellas.
Los fines de semana salimos, comemos, jugamos. Las llevo a una piñata y me acompañan al fútbol.
Eso fue así antes del tratamiento de Anna, durante el tratamiento de Anna y sigue siéndolo ahora. Todos son momentos únicos: peinarlas, quitarles un chicle del cabello, ayudar con la tarea, ver una película, ir de compras.
-A finales del mes de julio del año pasado, Anna tuvo que darse su propio espacio para ocuparse de la salud tras el diagnóstico de cáncer. ¿Qué lección ha significado en tu vida como padre y esposo, pasar por esta etapa difícil?
Lo que hizo ese tiempo fue estrechar los lazos con las morochas. Tenemos 8 meses durmiendo en el mismo espacio. Estuvimos casi cuatro meses solos, en ese tiempo viajamos en avión, por carro, visitamos familiares y tratamos de hacer una vida normal sin mamá en casa. Imposible, pero se hizo el mayor y mejor esfuerzo.
-¿Cuéntanos como fueron los días de convivencia con las niñas mientras Anna se encontraba en Nueva York?
Intensos. Cercanos. Ahora, cada almuerzo y cada cena los hicimos con Anna gracias a la tecnología. Mantuvimos contacto diario y eso pudo mitigar un poco el efecto de la distancia. El haber sido un padre tan cercano, tan activo, hizo más fácil ese período porque mi atención no era nueva.
-¿Cómo afrontas la idea de educar a dos niñas pequeñas haciéndoles entender lo que vivió su mamá, considerando que es una persona querida por el público y todos conocen la información de su enfermedad?
Ellas no están ajenas. Por supuesto, saben hasta donde deben saberlo y de la manera en que deben saberlo. Muy aislados son los casos de personas que no consideran la presencia de las morochas a la hora de hablar de Anna, pero la INMENSA MAYORÍA de los venezolanos que apoyan a Anna son muy consecuentes con ellas. Con todos.
-¿Cambiarías algo de esa experiencia?
Borraría el cáncer.
-¿Cuál es el ejemplo que inculcas en ellas?
El de la familia, la solidaridad, compartir para las morochas es una forma de vida. El respeto, el estudio, el deporte y lo más importante, el amor. Quiero hijas felices antes que exitosas.
-¿Cómo respondes a las intrigas de las morochas, cuando sus amigas emigran con su familia?
Son duelos permanentes a los que no podemos acostumbrarnos. Dos de sus más cercanos amigos ya no están. Cada año otros emigran, pero esos dos son especiales. Es duro. Como es duro el contraste que genera viajar y encontrar realidades mucho mejores para la crianza de un hijo, para el desarrollo de un niño.
El regreso de Anna
-Ahora que Anna regresó a casa luego de su tratamiento, ¿Cómo se sienten las niñas con su papá y mamá juntos de nuevo?
Muy bien. Seguras. Contentas. Cambiaron desde el momento que ya conocían la fecha del regreso. Mamá es insustituible para todos a cualquier edad, imagina a los 5 años.
-¿Cuál fue el sentimiento en familia que compartieron al poder celebrar juntos el cumpleaños de las niñas?
Fue un emotivo reencuentro.
-¿Qué recomendarías a los padres que viven situaciones que son difíciles de explicar a sus hijos?
Asesoría profesional lo primero. Ello acompañado del sentido común lo hacen más digerible. Al niño a esa edad a veces es mejor responderle a su pregunta con otra pregunta y así conocer cuáles son sus fantasías.
Paréntesis con Román
– ¿Cómo te sientes a nivel profesional con tu programa en IVC y Unión Radio?
Estoy viviendo un momento muy demandante profesionalmente, pero muy nutritivo. En la radio hago el programa que siempre quise en las cortas dos horas que transmito. Puedo combinar temas de actualidad, variedades y acompañarlos con música que es indispensable en mi vida. En el canal tengo la misma libertad que en la radio para ejercer mi profesión a mis anchas. Es la posibilidad de regresar a la pantalla tal y como la dejé, sin presiones, sin censura. Y luego, comercialmente han sido dos o tres años extraordinarios, pero que implican mayor demanda de tiempo y energía. Adoro lo que hago. Lo disfruto a plenitud.
– Además de correr, ¿Realizas alguna actividad en tu casa para desconectarte del día a día?
Confieso que luego de correr el maratón de Nueva York en 2014 he venido corriendo cada vez menos, pero me he reencontrado con el fútbol y tres veces a la semana juego. Son horarios perfectos porque no chocan con mis actividades regulares.
– Ante las dificultades en Venezuela, ¿Has pensado emigrar con tu familia?
¿Quién no? Especialmente teniendo hijos y viendo que la violencia se apoderó del país, que la fractura social y moral es espeluznante y que el acceso a los alimentos y medicinas no los tenemos garantizados.
Ahora, yo estudié Comunicación Social porque no me gustan las injusticias y lamentablemente en Venezuela hoy ese es el caldo de cultivo que tenemos. Siento que soy mucho más útil aquí. Lo que puedo aportar, mucho o poco, encuentra un sentido si me quedo en Venezuela.
Información: @rlozinski