Coxcatlán y toda la región del sur del estado central mexicano de Puebla intentaban sobreponerse el sábado a la mayor matanza que recuerden: la de 11 miembros de una misma familia, entre ellos dos niñas, que fueron asesinados el jueves por la noche. Un funcionario al tanto de la investigación y que pidió el anonimato por no estar autorizado a hablar del caso informó a The Associated Press que uno de los agresores identificados y buscados por la justicia actuó movido por la venganza porque fue encarcelado tras ser denunciado por violar hace años a una de las mujeres asesinadas.
El funcionario añadió que los atacantes se ensañaron con uno de los hombres, supuestamente la pareja actual de esa mujer, pues tenía heridas de arma blanca como si hubieran intentado decapitarlo.
Según pudo constatar AP el sábado por la mañana, un equipo de tres médicos y tres criminólogos trabajaban en las autopsias de los 11 fallecidos —cinco mujeres, cuatro hombres y dos niñas— en el pequeño anfiteatro del panteón de la ciudad de Tehuacán, donde fueron trasladados los cadáveres y se han centralizado las labores de investigación.
Las fotos publicadas por la prensa local muestran cómo un grupo de personas trasladaban el viernes los cadáveres sierra abajo, envueltos en cobijas y sobre maderos, por sendas estrechas que comunicaban las dos casas en las que tuvieron lugar los asesinatos con el centro de la comunidad de San José Mirador, un poblado indígena situado en plena montaña y perteneciente a Coxcatlán.
Los forenses remitieron a la fiscalía para cualquier información pero aseguraron que llevaban toda la noche trabajando, que están a la espera de más médicos de refuerzo y que nunca se habían enfrentado a una matanza de estas características.
La fiscalía del estado informó el viernes en varios comunicados que los agresores aparentemente llegaron a pie a las casas donde se encontraba la familia «y realizaron diversas detonaciones, retirándose también a pie» pero no ofrecieron más datos de cómo sucedieron los hechos.