El comportamiento de la industria automotriz venezolana, muestra cada día cifras que son verdaderamente dramáticas. En efecto, en mayo la producción de las siete ensambladoras privadas fue de tan solo 331 unidades -323 producidas por Ford y 8 camiones por Mack- mientras cinco importantes plantas reportaron producción cero: General Motors, FCA (Jeep, Dodge, Chrysler, Mercedes-Benz), MMC Automotriz (Mitsubishi y Fuso), Iveco y Toyota.
Así lo registra un trabajo publicado por el portal la Guía del Motor, que dirige el periodista especializado Raúl Álvarez, quien destaca que la
caída en la producción en mayo 2016 -por falta de materiales CKD importados- fue de un 75,60% respecto a las 1.351 unidades reportadas en mayo/2015, según informó la Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez).
Mientras el régimen mantiene la sequía de divisas al sector productivo nacional, sigue comprando armamento, el acumulado del año (enero-mayo) revela un decrecimiento terminal mucho más grave: 86,43%. En efecto, en los primeros cinco meses de este año el ensamblaje privado fue de 1.227 unidades, frente a las 9.041 en el lapso enero-mayo/2015. Se recuerda que 9.000 unidades era la producción fácil y cómoda de 10 días hábiles hasta hace unos pocos año.
El ejecutivo sigue convocando a reuniones con sectores de la industria automotriz (ensambladoras, fabricantes de autopartes, etc.), pidiéndoles creatividad y solidaridad con miras a una reactivación del sector, pero mantiene su posición de no reconocer deuda y sin otorgar dólares para importar los materiales fundamentales para el ensamblaje.
En paralelo, mantiene reuniones técnicas con miras a diseñar una nueva política automotriz, en la que pretende imponer cambios imposibles de alcanzar y menos con la falta de compromiso otorgar dólares para las importaciones de los CKD y mucho menos para cancelar deuda y para la repatriación de utilidades.
El sector laboral -que ha advertido tibiamente que peligran 100.000 empleos- mantiene, sin embargo, una posición muy “light” frente al gobierno mientras las empresas, obligadas a no producir, mantienen muchos miles de trabajadores en sus casas pagándoles sueldos y beneficios contractuales. Igualmente, los sindicalistas miran para otro lado cuando por los puertos siguen entrando vehículos importados por el mismo gobierno o por sus allegados, destaca el análisis dado a conocer.