Tan solo unos metros separan las piedras de mediano tamaño. Una persona resguarda la parcela en una cola para comprar alimentos, en la que espera por amigos o familiares.
En Venezuela la severa crisis por escasez de alimentos y medicinas ha llevado a sus habitantes a hacer cualquier cosa por conseguir un kilo de harina precocida, arroz, leche, aceite.Las largas horas de espera en colas interminables ha hecho que muchos pasen hasta tres días esperando su turno para entrar al comercio, donde podrán adquirir su producto.
Desde la madrugada del miércoles, se observan las personas sentadas a la orilla de la calle, muy cerca donde circulan vehículos.Casi una manzana entera ocupa por tres días las filas para conseguir un número en la Cooperativa Jhon F. Kennedy, al este de Barquisimeto.
Los «vigilantes» de las parcelas colocan dos piedras para apartar los puestos.Mientras quienes van llegando ya no se colocan una detrás de otra, sino que deben ubicarse después de cada parcela, apropiandose de espacios públicos.
En los alrededores, como se ha denunciado en varias oportunidades, se pueden ver a las personas haciendo sus necesidades, comiendo, durmiendo a la intemperie, con niños, abuelitos, que solo esperan su turno. Una anarquía que ocurre ante la mirada indolente de las autoridades.
Las largas filas ocupan los puentes de la Avenida Bicentenario y la Herman Garmendia, pasando frente a la Universidad Fermín Toro, quienes son junto a la Iglesia evangélica, son los principales afectados.
Además del caos, las personas en las colas ocupan las aceras, lo que impide el acceso a estos lugares. De igual manera, representa un peligro para sus vidas ocupar espacios tan cercanos a donde transitan vehículos.
Algunos comerciantes informales de la zona aseguran que la inseguridad está a la orden del día, con atracos y asaltos a miembros de la comunidad.
Si bien es cierto que en momentos como el que vive Venezuela, con la escasez de alimentos y medicinas, desabastecimento, inseguridad, crisis política y social, los ciudadanos deberían ser los primeros interesados en evitar la anarquia y el caos. Mientras que las autoridades deberían poner mano dura a esta situación, y no solo a limitarse a controlar la entrega de los números.
Es el deber ser, pero es evidente que no se hace.